El pasado año empecé a hacer pequeños acercamientos a dos siglas que en poco
tiempo se han puesto tan de moda que aparecen por todos lados: I.A y ChatGPT.
Te asaltan en pantallas grandes y pequeñas, en conversaciones con amigos o
familia y en el periódico de papel que de vez en cuando me compro.
Parece que el futuro se
concentrara en estas dos siglas. Aunque no me atrae lo más mínimo, mi
curiosidad por saber de qué va esto me pone en disposición para aprender y
poder hacer crítica constructiva, o ya iré viendo.
¿Qué significa I.A.?:
Inteligencia Artificial.
En principio me provoca
un gran silencio interior. Prefiero no adelantarme. Dudo hasta del título. La
inteligencia, si lo es, no concibo que sea artificial.
¿Qué significa ChatGPT?
Aquí la cosa se complica.
Tuve que ir a
Wikipedia, que dice que es “un sistema de procesamiento de lenguaje natural
llamado “Generative Pre-trained Transformer”. De forma muy resumida explica que
es algo así como que vamos a conversar de tú a tú con máquinas, de una forma
tan natural como si fuera un humano.
El tema me supera y
además no me lo creo. Pero lo seguiré intentando.
Mientras mi cabeza daba
vueltas sobre estos temas me vino un pensamiento que me sobresaltó: “Creo que los
que nacimos en el siglo pasado, entre los años 50 y 70, somos la última
generación que va a dejar rastro en documentos escritos. Hay que preservarlos,
aunque sea como una antigüedad”. Fin del pensamiento.
Quiero aclarar que
aunque continuo con el acercamiento a estos temas, yo sigo a lo mío y con mis
convicciones. Una de ellas es hacer copias en papel de lo que me interesa
conservar al viejo modo. No soy creyente de “La Nube”, soy agnóstica total. No
me fio.
Anoté en un papel el
pensamiento y como curiosidad diré que por detrás tenía escrita la lista de la
última compra del supermercado. Y aquí estoy ahora compartiendo con quien siga
conectado a este texto desde su ordenador o su móvil. Lo que vamos vivimos día
a día.
Quizás mi interés por
preservar documentos escritos sea mi ofrenda a la cultura del tiempo que me ha
tocado vivir. Que sepan de nosotros en futuros lejanos. ¿Es ingenuo? No sé.
Ando confusa.
En realidad he dejado
un tiempo para seguir pensando y me ha venido el recuerdo de Uno que no dejó
nada escrito en pergamino, aunque desde luego sabía escribir. La religión de su
pueblo enseñaba a los niños a leer y escribir a partir de los cinco años en
diferentes etapas. Las niñas no recibían esta formación. Más de lo mismo en
tantas culturas incultas.
Los que le seguían nos
cuentan que, en un episodio complejo y violento bien conocido, “se agachó y
escribía con su dedo en tierra” (Jn 8, 1-8).
Escribió en un espacio
que el aire o las pisadas borrarían. Escribió algo que nadie sabe pero que
seguramente tenía que ver con la encerrona que le estaban montando los que no
consentían que se moviera ni una coma de la ley escrita.
¿Escribiría “perdón”?
¿Escribiría “justicia”? ¿Escribiría “compasión”? No sabemos, pero los
juzgadores agacharon la cabeza, se escabulleron disimulando tras escuchar la
sentencia, no escrita sino sonora: “El que esté libre de pecado que tire la
primera piedra. Y agachándose otra vez, continuó escribiendo en el suelo”.
¿Escribiría quizás
“liberación”? Nunca lo sabremos. Lo que si podemos saber es que unos se
retiraron con más peso del que trajeron; y ella, la mujer que iba a ser
lapidada, se fue con la experiencia del perdón y la recomendación de vivir la
vida de una forma ágil, sin el fardo aplastante que ya sabemos.
¿Cómo salté de la I.A.
y el ChatGPT hasta este texto del evangelio de Juan?
No sé, pero lo que sí
sé es que no se tejerán relaciones de perdón, justicia, compasión y, en
definitiva, de amor al otro, “conversando de tú a tú con máquinas, de una forma
tan natural como si fuera un humano”. Porque no tiene nada de natural, es un
“corta-pega” tecnológico.
Creo que Tú escribiste
en la tierra sin importarte que desapareciera lo escrito, porque lo que decías
quedaría grabado en los corazones, de tal forma que ni el viento ni las sandalias
podían hacerlo desaparecer.
No obstante me siento
agradecida a quienes fueron dejando por escrito lo que Te escuchaban. Por ir
tomando notas de lo que decías y hacías por los caminos, sabiendo que no era ni
mucho ni todo.
Ellos dieron testimonio
de que “otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, (…) en el
mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse” (Jn 21, 25).
Tu palabra sigue viva y
vigente para quien la acoja a través de la lectura y la meditación,
respondiendo en la oración y abriéndose a Tu encuentro en la contemplación.
También en las obras de cada uno, inspiradas en Tu enseñanza, que escriben la
historia a compartir cada día con quienes nos rodean y más allá.
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS
ECLESALIA