"El Dios verdadero les increpa día tras día: 'Caín, ¿dónde está Abel, tu hermano?'"
"Sus
monstruosidades - el genocidio al que están sometiendo al pueblo gazatí, con el
único objetivo de exterminarlo para quedarse con sus territorios-, les
perseguirán durante decenios"
"Para poder
convivir en armonía con sus vecinos, tendrían que reconocer el enorme dolor y
la injusticia causados. Y repararla. Cosa que ni hoy, ni mañana, ni pasado,
harán. Se lo prohíbe su religión"
"Después de la
Shoá, no han aprendido nada, absolutamente nada. Rentabilizan cínicamente su
condición de pueblo perseguido para chantajear al auditorio mundial y, de esta
manera, justificar sus crímenes y atropellos"
"Le deseo que todo esto le llegue a remover, la haga dudar, le origine una crisis de valores, la descoloque, la inquiete y no la deje dormir"
Excma. Sra. D.ª Rodica Radian-Gordon, Embajadora de Israel en el Reino de España y Andorra
Sra. Embajadora:
¿El asesinato de 6.000.000 de judíos por los nazis también lo definirían ustedes como “cosas que suceden en la guerra”?
Sus monstruosidades -
el genocidio al que están sometiendo al pueblo gazatí, con el único objetivo de
exterminarlo para quedarse con sus territorios-, les perseguirán durante
decenios. Con su manera de proceder han creado las condiciones para que en
Oriente Próximo la paz sea imposible.
Son, además, una
amenaza para el equilibrio de todo el planeta. Como diría Hannah Arendt,
ustedes han banalizado un horror y un espanto que podría extenderse a todos los
países colindantes y acabar arrastrando a las grandes potencias. Y todo en
nombre de un dios que no existe, de un ídolo, de un becerro de oro.
El Dios verdadero les increpa día tras día: «Caín, ¿dónde está Abel, tu hermano?». «No sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?». Y aunque sus oídos -los de su gobierno, sus fuerzas armadas, sus servicios de inteligencia y sus inicuos colonos cómplices- están taponados por el fanatismo y no quieren escuchar, Él les repite una y otra vez: «¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra».
Tras esta barbarie,
nunca serán felices ni como pueblo, ni como nación, ni como personas. Para
poder convivir en armonía con sus vecinos, tendrían que reconocer el enorme
dolor y la injusticia causados. Y repararla. Cosa que ni hoy, ni mañana, ni
pasado, harán. Se lo prohíbe su religión.
Después de la Shoá, no
han aprendido nada, absolutamente nada. Rentabilizan cínicamente su condición
de pueblo perseguido para chantajear al auditorio mundial y, de esta manera,
justificar sus crímenes y atropellos.
Una humanidad, en gran
parte presa del miedo e insensible a las atrocidades ajenas, y que recurre,
cada vez con más frecuencia, a la extrema derecha como tabla de salvación, está
sirviendo de cortina de humo para que ustedes puedan matar impunemente todo lo
que se les ponga por delante. Pero ustedes saben muy bien que los procesos de
violencia resultan inmanejables luego de iniciarse:
Cuando los nazis
vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era
comunista,
Cuando encarcelaron a
los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a
buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a
buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío,
Cuando vinieron a
buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
[Martin Niemöller. Pastor
luterano alemán (1892-1984)]
Es muy difícil de
entender que una persona, perteneciente al género que transmite la vida, pueda
ser representante de un gobierno abominable y perverso que está poniendo de
manifiesto lo peor de la condición humana. Escuche a su conciencia profunda,
Sra. Embajadora, deserte y pásese al bando de los derechos humanos. Si lo hace,
descubrirá el sentido de la existencia.
Por regla general, en
los funcionarios de su condición, los diplomáticos, la razón de Estado
prevalece sobre las consideraciones éticas. Aun así, le deseo que todo esto le
llegue a remover, la haga dudar, le origine una crisis de valores, la
descoloque, la inquiete y no la deje dormir.
Que Yahvé los confunda.
Pedro J. Larraia Legarra