PERMANECER EN JESÚS
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Yo soy la verdadera vid
y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y
al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las
palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí si no permanece en la vid, así tampoco vosotros
si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros
los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante;
porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera,
como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y
mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria
mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos (Juan 15,
1-8).
CONTACTO VITAL
En vísperas de su
muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: <<Permaneced
en mí>>.
Las palabras de Jesús
no pueden ser más claras y expresivas:
<< Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí>>. Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril.
Si no viven de su
Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá. En los discípulos ha de correr la
savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. <<El que
permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis
hacer nada. Les dice también que <<sus palabras permanezcan en
ellos>>. Qué no las olviden. Que vivan de su evangelio.
Por eso en los evangelios
se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar
su vida.
El evangelio de Jesús
es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.
Muchos cristianos buenos
de nuestras comunidades solo conocen los evangelios de <<segunda
mano>>. Viven su fe sin tener un contacto personal con <<palabras
de Jesús>>.
NO SEPARARNOS DE JESÚS
La imagen es sencilla y
de gran fuerza expresiva. Jesús es la <<vid verdadera>>, llena de vida;
los discípulos son <<sarmientos>> que viven de la savia que les
llega de Jesús; el Padre es el <<viñador>> que cuida personalmente
la viña para que dé fruto abundante. Lo único importante es que se vaya
haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano y feliz para todos.
<<Sin mí no
podéis hacer nada>>. ¿No se nos está desvelando aquí la verdadera raíz de
la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que resquebraja sus cimientos
como ningún otro?.
La iglesia no podrá
llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo si los que nos decimos
<<cristianos>> no nos convertimos en discípulos de Jesús, animados
por su espíritu y su pasión por un mundo más humano.
Ser cristiano exige hoy
una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y
una pasión por su proyecto que no se requerían para ser practicante dentro de
una sociedad de cristiandad.
Si no aprendemos a
vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de
nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.
No hemos de olvidar lo
esencial. Todos somos <<sarmientos>>.
Solo Jesús es <<la verdadera vid>>. Lo decisivo en estos momentos es <<permanecer en él>>: aplicar toda nuestra atención al evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto.
NO QUEDARNOS SIN NADA
La imagen es de una fuerza
extraordinaria. Jesús es la <<vid>>, los que creemos en él somos
los <<sarmientos>>. Toda la vitalidad de los cristianos nace de él.
Si la savia de Jesús resucitado corre por nuestra vida, nos aporta alegría,
luz, creatividad, coraje para vivir como vivía él. Si, por el contrario, no
fluye en nosotros, somos sarmientos secos.
Este es el verdadero
problema de una Iglesia que celebra a Jesús resucitado como <<vid>>
llena de vida, pero que está formada en buena parte, por sarmientos muertos.
Nuestra primera tarea
hoy y siempre es <<permanecer>> en la vid, no vivir desconectados
de Jesús, no quedarnos sin savia, no secarnos más.
Este acercamiento
frecuente a las páginas del evangelio nos va poniendo en sintonía con Jesús,
nos contagia su amor al mundo, nos va apasionando con su proyecto, va infundiendo
en nosotros su Espíritu. Casi sin darnos cuenta nos vamos haciendo cristianos.
La vida de la Iglesia
se transformaría si los creyentes, los matrimonios cristianos, los presbíteros,
las religiosas, los obispos, los educadores, tuviéramos como libro de cabecera
los evangelios de Jesús.
ENCUENTRO PERSONAL CON
CRISTO
La fe no es tampoco una
tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y
recibir desde niño una orientación cristiana, pero sería muy pobre reducir la
fe a <<costumbre religiosa>> <<En mi familia siempre hemos
sido muy de Iglesia>>.La fe es una decisión personal de cada uno.
La fe no es tampoco una
receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería un error reducirlo
todo a <<moralismo>> <<Yo respeto a todos y no hago mal a nadie.
La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de
vida eterna, acción de gracias, celebración.
La fe no es tampoco un
<<tranquilizante>>.La fe comienza a desfigurarse cuando olvidamos
que, antes que nada, es un encuentro personal con Cristo. El cristiano es una persona
que se encuentra con Cristo y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día
le convence y atrae más.
Esta fe solo da frutos
cuando vivimos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por
su Espíritu y su Palabra:
<<El que
permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis
hacer nada>>.
FE ESTÉRIL
Todo sarmiento que está
vivo tiene que producir fruto. Y si no lo hace es porque no circula por él la
savia de la vid.
Así es también nuestra
fe. Vive, crece y da frutos cuando vivimos abiertos a la comunicación con
Cristo. Si esta relación vital se interrumpe, hemos cortado la fuente de nuestra
fe.
Entonces la fe se seca.
Ya no es capaz de animar nuestra vida. Atrapado en una red de relaciones,
actividades, ocupaciones y problemas, puede sentirse más solo que nunca en su
interior, incapaz de comunicarse vitalmente con ese Cristo en quien dice creer.
La falta de contacto
interior con Cristo como fuente de vida conduce poco a poco a un <<ateísmo
práctico>>.
Esa comunicación de quien
sabe disfrutar del diálogo silencioso con él, alimentarse diariamente de su
palabra, recordarlo con gozo en medio del trabajo cotidiano o descansar con él
en los momentos de agobio.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.