¡Ha resucitado! ¿Cómo entender esa experiencia hoy?
¡Ha resucitado! ¿Cómo entender esa experiencia hoy?
La resurrección es una experiencia real (no
demostrable) que tuvieron los discípulos/as, experiencia que transformó sus
vidas porque del desánimo y el miedo pasaron a seguir anunciando la buena
noticia que había traído Jesús
Es un canto de esperanza activa porque, una vez más,
los cristianos, no nos resignamos con que las cosas sigan mal, sino que
redoblamos el esfuerzo para seguir trabajando por transformarlas
31.03.2024 Consuelo Vélez ¡Ha resucitado! ¿Cómo entender esa experiencia hoy?
La resurrección es una experiencia real (no
demostrable) que tuvieron los discípulos/as, experiencia que transformó sus
vidas porque del desánimo y el miedo pasaron a seguir anunciando la buena
noticia que había traído Jesús
Es un canto de esperanza activa porque, una vez más,
los cristianos, no nos resignamos con que las cosas sigan mal, sino que
redoblamos el esfuerzo para seguir trabajando por transformarlas.
La semana santa termina
con la Vigilia Pascual, en la que celebramos el “paso” de la muerte a la vida,
del fracaso al triunfo, de la tristeza a la alegría, de la guerra a la paz. En
otras palabras, es un canto de esperanza activa porque, una vez más, los cristianos,
no nos resignamos con que las cosas sigan mal, sino que redoblamos el esfuerzo
para seguir trabajando por transformarlas.
Pero ¿esto ocurre en la
vida real? Fuera de la celebración litúrgica ¿hay muestras, señales, indicios
de que esta celebración abre caminos de transformación? Seguramente en la
vivencia de muchas personas esto se da, pero en otras no sucede absolutamente
nada. Podrían señalarse varias causas, pero intentemos centrarnos en la forma
cómo se entiende (o no se entiende) la experiencia de resurrección, lo cual
podría ayudarnos a proclamar “ha resucitado”, sacando más consecuencias para
nuestra vida.
Partamos de una premisa fundamental. Pretender
entender la resurrección del Señor “es mucha pretensión”. La vida de fe, es
eso, “vida de fe”, con lo cual no tenemos todas las respuestas y mucho menos
todas las explicaciones. Pero, como al mismo tiempo, somos llamados “a dar
razón de nuestra fe” (1 Pe 3,15), la teología nos brinda una manera “razonable”
de explicar la fe, aclarando, iluminando, dando sentido a la fe que vivimos.
La resurrección es una experiencia real (no demostrable) que tuvieron los discípulos/as, experiencia que transformó sus vidas porque del desánimo y el miedo pasaron a seguir anunciando la buena noticia que había traído Jesús. Pero, lo que nos cuentan los evangelios sobre esa experiencia, está mediado por los géneros literarios que utilizan para ello. Un primer género literario es “la tumba vacía”. Es decir, no sabemos si el cuerpo estaba en la tumba o no estaba, sabemos que ellos entendieron que a Jesús no había que buscarlo entre los muertos porque Él estaba vivo. Otro género literario es el de las “apariciones”. En ellas nos cuentan como Jesús atraviesa las puertas cerradas, es decir, contra todo pronóstico de que ellos tuvieran el coraje de seguir ese camino, la presencia de Jesús se impone y les empuja a salir de nuevo.
El hecho de comer con
Él, de querer ver las heridas de las manos, etc., es una forma de mostrar la
continuidad entre el Jesús con quien habían compartido la vida y el resucitado,
cuyo espíritu los anima y fortalece para seguir en ese mismo camino. De alguna
manera, experimentan que el compromiso vivido por Jesús en su vida histórica es
el mismo que ellos han de seguir en el tiempo que continua. Ya no van a
anunciar el reino de Dios -como lo hizo Jesús- sino a Jesús mismo quien, con
sus palabras y obras, lo encarnó, lo anunció, lo hizo presente. No tenemos
muchos más datos de esa experiencia fundante. Tenemos el hecho histórico de la
transmisión de la Buena Noticia -del reino de Dios hecho presencia viva en
Jesús- de generación en generación con la multitud de testigos y testigas,
quienes, viviendo los valores del reino, han abierto caminos de vida, de
justicia, de paz, en otras palabras, de transformación de la realidad para
garantizar la vida “en abundancia” (Jn 10, 10) para todos y todas.
Por lo tanto, no sé si
en la vigilia pascual se sientan muchas emociones. No sé si con tanta “Feliz
Pascua” que damos en este día, tengamos un ambiente alegre y festivo, animador
para nuestra vida. No sé si con tanta liturgia, retiros, oraciones, celebraciones
que se hacen en estos días hayamos avivado el espíritu de recogimiento y
oración. Todo lo que nos sirva ¡bienvenido sea! Pero lo que no debería faltar
es revisarnos a la luz de la vida de Jesús, buscando entenderlo mejor para que
su resurrección se haga presente a través de nuestras vidas y muchas personas
puedan creer en Él. Solo trabajando por un mundo más justo y en paz la
resurrección de Jesús seguirá dando frutos. Y mucho depende de qué entendamos
nosotros y, cómo eso que entendemos, lo pongamos en práctica.
Consuelo Vélez