MARTÍN VALMASEDA
No sé si los
cristianos recuerdan algo que les
hicieron de pequeños. Especialmente los católicos. Muchos de ustedes, yo por
ejemplo, fuimos bautizados con 5 días de edad.
Creo que yo lloré en la ceremonia, así me contaron, lloré como cuando me
bañaban. Digo yo, que si ya me bañaban
todos los días ¿por qué me un día
cualquiera a la iglesia para echarme agua en la cabeza?
"Es que es un sacramento" me dijeron en la catequesis.
No lo entendí mucho entonces.
Cuando lo entendí mejor fue hace años celebrando una misa con Mons. Pedro
Casaldáliga, le conocen ¿verdad?
Pues estábamos celebrando los 25 años de cuando le hicieron obispo. La gente aplaudía, le hacía regalos... y de pronto en su homilía dijo el obispo Pedro: "una pregunta ¿Qué es más importante ser obispo o estar bautizado?". La gente se quedó cortada. Pensaron que lo más solemne era ser obispo entonces dijeron lo contrario: " estar bautizado" Pues se lo digo contestó Casaldáliga
para que lo piensen.
Porque los cristianos dan más importancia a ordenarse sacerdote, que a eso que les hicieron de pequeños sin darse cuenta. Los asistentes se quedaron rascándose la cabeza.
En el fondo sentían que lo más importante en el bautismo era el chocolate con churros a que les invitaban los padrinos luego, chocolate que el bautizado solo probaría cuando bautizasen a su hermano pequeño.
Hoy al,
bautizado se le llama laico.
Bautizar, dicen los teólogos es ahogar en agua al hombre viejo para que renazca una nueva persona. Algo que los primeros convertidos a la fe en Jesús lo hacían de mayores, a veces cuando se arriesgaban al martirio por despreciar a los dioses del imperio romano.