No te inquietes por las dificultades
de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y
dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo,
acepta los distingas de su providencia.
Poco importa que te consideres
un frustado,
si Dios te considera plenamente
realizado, a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente
en ese Dios que te quiere para sí
y llegará hasta ti,
aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste
te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitar tu paz.
Ni la fatiga psíquica.
Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre
en tu rostro,
una dulce sonrisa,
reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca,
antes que nada,
como fuente de energía y criterio
de verdad,
todo aquello que te llene
de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te reprima
e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre
de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuanto te sientas
apesadumbrado, triste, adora y confía.
( Teilhard de Chardin )
PALABRAS PARA EL SILENCIO
Colaboración de Juan García de Paredes.