Hace unos años tuve la
oportunidad de mantener una interesantísima conversación con la filósofa
Victoria Camps. Aludiendo a su libro “El elogio de la duda” me contó, con
anécdota incluida, que “lo más difícil es transmitir la idea de que la
incertidumbre es positiva, no siempre es negativa”, para preguntarse más tarde:
“¿Qué político, por ejemplo, cuando se le pregunta algo contesta: ‘No lo sé, lo
tengo que pensar’? Ninguno".
En España tenemos un
presidente de gobierno que el pasado 24 de abril dirigía una “Carta a la
ciudadanía” en la que anunciaba su necesidad de “parar y reflexionar” hasta hoy
lunes, para poder responder si “merece la pena” continuar en su puesto, en el
“fango” en el que, dice, se ha convertido la política de este país.
Más allá de las alusiones a quienes piensa que son responsables del enfangamiento y de su declaración de amor a su mujer, a la que “un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas”, última motivación de su retiro temporal, lo que más me ha sorprendido, es la manifestación pública de su necesidad de parar para poder reflexionar.
Victoria Camps apuntaba
que ella pensaba que a la gente, que un político respondiera “no lo sé, lo
tengo que pensar”, no le iba a sentar mal, que la gente pensaría de un político
que afirmara eso, “por lo menos, piensa que esto no está lo suficientemente
maduro”.
A mí me encanta
escuchar la radio. Las pocas veces que tengo que ir al trabajo en coche, a eso
de las 7'30h, procuro poner distintas emisoras entre las que se encuentra COPE,
que afirma en su ideario que es “confesionalmente católica y se sitúa, de partida,
en el marco de los fines generales de la Iglesia y, más en concreto, de su
presencia evangelizadora en el ámbito de la opinión pública”.
Según mi experiencia de
oyente, al menos en esa franja horaria, está muy lejos de ser “presencia
evangelizadora en el ámbito de la opinión pública”, pues la presencia
evangelizadora no es uniforme, unilateral y totalmente vinculada a una sola
propuesta política; más aún, está falta de buena noticia y claramente podría
enmarcarse en la “estrategia de acoso y derribo” que denuncia Pedro Sánchez.
Del resto de programación, solo podría hablar de oídas.
Me resultan repugnantes tantas y tan continuadas palabras de insulto y desprecio emitidas por una obra perteneciente a la mismísima Conferencia Episcopal Española, hacia la persona que preside el gobierno democrático de nuestro país. Hay otras voces en el dial que también son repugnantes hasta llegar a la hilaridad, pero no se declaran católicas.
Bien nos vendría dudar
sobre lo que “tenemos” los católicos en COPE, sobre cómo nos “representa” en el
territorio político de las ideas y propuestas y, en definitiva, en la
diversidad de quienes somos Iglesia. La escucha y voz de la pluralidad en una
obra al servicio de la Iglesia, contribuiría, sin duda, a mostrar
verdaderamente la "presencia evangelizadora en el ámbito de la opinión
pública", dejando, por tanto, de fomentar la polarización. No nos sentaría
nada mal, tampoco, parar y reflexionar
CÉSAR ROLLÁN SÁNCHEZ
ECLESALIA