Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

5 de junio de 2024

500 AÑOS DE AMOR, EUCARISTÍA

 

Jesucristo es “Pan de Vida que nos llena de amor y paz”, y nos da alegría al acogerlo en nuestras vidas.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo es la solemnidad que muchas Iglesias particulares celebran mañana. Guatemala lo hace en el contexto del Congreso Eucarístico Nacional, a realizarse en Quetzaltenango, del 10 al 14 de julio, con ocasión de la primera Misa en territorio guatemalteco, hace medio milenio.

La Eucaristía es expresión de comunión y fraternidad, entre Jesús y sus amigos.

500 años de amor es el título del himno que ya se canta entre las comunidades eclesiales para celebrar tan importante acontecimiento, cuya letra, música e interpretación es obra de Víctor García, con un acompañamiento musical y coral hermoso y envolvente que despierta asombro, gratitud y alabanza al Cuerpo y Sangre del Señor, “Pan de Vida que nos llena de amor y paz”, y nos da alegría y esperanza al acogerlo en nuestras vidas.

La comisión organizadora elaboró una plegaria, donde se presenta a Jesucristo como “Pan de Vida” para el pueblo de Dios que cree en su “Presencia real en el Santísimo Sacramento”, por eso lo alaba y adora, lo celebra y proclama, lo recibe y comparte. En la oración, la comunidad es llevada a agradecer esta “presencia constante en nuestra historia”, a pedir la “gracia para forjar el presente”, inspirados en el Evangelio, y a poner en las manos del Señor “nuestro futuro con esperanza y compromiso”.

Con esa visión, sin duda alguna, se realizarán las manifestaciones de fe y solidaridad este domingo, cuando Jesucristo, “nuestro Pan, un Pan de vida”, tome las calles y plazas de los pueblos, no solamente para ser adorado, sino para recoger el clamor de la gente, asumir sus causas y animarla en sus luchas por una vida digna, tal como hacía por los pueblos y aldeas de Palestina, anunciándoles el Reino, que muchas veces presentó como un banquete fraterno y solidario, donde hay espacio para todos.

La experiencia de ese banquete, como Última Cena, es la que ofrece el Evangelio este domingo. Aunque se desarrolla en un clima tenso, por la actitud sobornable y traidora de Judas, es expresión de comunión y fraternidad entre Jesús y sus amigos. Es memoria de la gesta liberadora de Dios frente a los faraones, sistemas de opresión en cualquier época; y es signo del ofrecimiento de su vida para la edificación de un mundo más humano, justo y fraterno, como anticipo de la plenitud de vida a la que todo ser humano está llamado.

El pan y el vino le sirven a Jesús para dar a conocer su identidad, revelarnos el significado de su vida y misión. Con ello está diciendo: “Esta es mi persona, mi forma de vivir y de morir por amor a los demás; por defender la dignidad de todos poniéndome al lado de los pobres, enfermos, de los tirados en la cuneta del camino”. (J. Espeja)

Es síntesis de su Santa Misión Popular que llega al punto culminante con la entrega de su vida por amor a los excluidos del mundo, para que todos encuentren el verdadero sentido de sus vidas, mientras van por la historia librando sus batallas por la dignidad humana entre alegrías y esperanzas, tristezas y angustias.

Jesús ofrece su vida, no para aplacar a un Dios ofendido y encolerizado que está exigiendo sacrificios con el fin de recompensar el tremendo daño que se le ha infligido, sino que entrega su vida como expresión de un amor verdadero que dice: Ánimo, quiero que vivas y seas feliz.

Él se entrega para saciar esa sed inmensa de felicidad que hay en el corazón humano. Su ofrecimiento es para la vida del mundo, a fin de que nadie muera de hambre, porque unos pocos acaparan todo; la justicia brille para todos y no se quede atorada por la corrupción e impunidad; y, la paz sea en el mundo una hermosa realidad.

Escrito por:

Víctor Manuel Ruano 

Prensa Libre