Hay bastantes razones
para considerar que respondería mucho mejor a la realidad llamar Partido
Pecador al autodenominado Partido Popular. En el PP medraron elementos como
Luis Bárcenas, tesorero del partido durante bastantes años, que fue condenado
por el Tribunal Supremo a 29 años de cárcel por la 'trama Gürtel. Con la
investigación de la Gurtel apareció la corrupción generalizada del PP. El mismo
Bárcenas reconoció que el Partido Popular percibía dinero de forma ilegal
proveniente principalmente de empresarios, y luego lo empleaba en financiar los
sobrecostes de campañas electorales y en repartirlo entre sus altos cargos. Un
fallo de la Audiencia Nacional considera a la formación política partícipe a
título lucrativo por disfrutar de más de 200.000 euros por la actividad de la
red de corrupción en su bastión de Boadilla del Monte (Madrid) y condena al ex
alcalde González Panero a 36 años de cárcel.
Pero algunos no se conformaron con los miles de eurillos que repartía Bárcenas. Ellos aspiraban a millones. Eduardo Zaplana, un pepero que ocupó los cargos de alcalde de Benidorm, presidente de la Generalidad Valenciana, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y portavoz del Grupo Popular en el Congreso, hoy está procesado por el caso Erial. El fiscal le acusa de los delitos de organización criminal, blanqueo de capitales, cohecho, falsedad en documento mercantil y prevaricación administrativa. Junto a los 17 años de cárcel solicita una multa de cuarenta millones de euros. ¡Y en el PP no se enteraban de nada!
Rodrigo Rato, otro ejemplar de distinguido pepero. Fue vicepresidente bajo la presidencia de Aznar y ministro de Economía. También ejerció como director del Fondo Monetario Internacional desde 2004 a 2007, y dirigió Bankia entre 2010 y 2012. En 2017 fue condenado a prisión por apropiación indebida entre 2003 y 2012 por el caso de las tarjetas black. Ahora se enfrenta a 70 años de cárcel en el último juicio pendiente. ¿Se atreverán en el PP a decir que son casos aislados?
El Papa Francisco, en su primera encíclica, afirma “Esta Economía mata”. Pues esta economía que mata es la que defiende ardorosamente el PP. Una economía que permite acumular enormes fortunas y que condena a la miseria y el hambre a millones y millones de seres humanos. Que no nos cuenten el camelo de la “meritocracia”. Cuando se da vía libre a la competencia son inevitables las masas de perdedores. Y para ellos no hay compasión. “Perdieron, que se aguanten”. Muy ético esto no parece.
Otra cosa es que vivimos en una sociedad profundamente desigual. Una sociedad dividida en unos clanes que disponen de una gran riqueza: la élite económica que acumula muchos miles de millones, y a su alrededor, unos grupos sociales compuestos por capitalistas de menor nivel, prósperos empresarios, directivos y profesionales muy bien retribuidos… Son un buen número, pero siguen siendo una minoría
El resto es un amplio grupo muy heterogéneo: fundamentalmente trabajadores, en activo o parados, pero también autónomos, pequeños empresarios, jubilados, amas de casa, estudiantes… Formamos la gran mayoría social que, a pesar de nuestra diversidad, tenemos intereses comunes: seguridad en el trabajo, unos salarios dignos, buena sanidad y educación públicas…
Está claro que los dos grupos tienen intereses radicalmente distintos, y ahora volvemos al campo político. ¿Qué puede hacer la élite económica para defender sus intereses en un sistema democrático? ¿Cómo conseguir que esa gran mayoría no imponga los suyos? Mentir, mentir y mentir, engañar a una buena parte de esa mayoría social para confundirla y conseguir que acabe apoyando los intereses de la élite. Para ello algo muy eficaz es formar un partido político con el apelativo de “Popular”, que, apoyado por unos poderosos medios de comunicación, se encargue de difundir a los cuatro vientos las mentiras que interesan a la élite económica
Me parece que todo esto
justifica plenamente el que a ese Partido le cambiamos el nombre de Popular por
el de Pecador.
Colaboración de Antonio Zugasti