NO PECAR CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
En aquel tiempo volvió
Jesús a casa, y se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su
familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Unos letrados de
Jerusalén decían: Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder
del jefe de los demonios.
Él los invitó a
acercarse y les puso estas comparaciones:
¿Cómo va a echar
Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia
dividida no puede subsistir.
Si Satanás se rebela contra
sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede
meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con la casa. Creedme, todo
se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que
digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás,
cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que
decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus
hermanos, y desde fuera los mandaron llamar.
La gente que tenía
sentada alrededor le dijo:
-Mira tu madre y tus
hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó:
-¿Quiénes son mi madre
y mis hermanos?
Y paseando la mirada
por el corro dijo:
Estos son mi madre y
mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi
hermana y mi madre
( Marcos 3,20-35).
LA FUERZA SANADORA DEL
ESPÍRITU
El hombre contemporáneo
se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida:
por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo
contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y
el sinsentido.
Cuando el ser humano vive
sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las cosas.
El hombre de hoy se resiste
a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero comienza a sentirse
insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada día no le
proporciona.
El gran teólogo Paul
Tillich decía que solo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo
<< el camino de lo profundo >>. Por el contrario, pecar contra ese
Espíritu Santo sería << cargar con nuestro pecado para siempre >>.
El Espíritu puede hacer
brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede encender en nosotros el
amor incluso hacia aquellos por los que no sentimos hoy el menor interés.
El Espíritu es <<
una fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra >>. Es el mismo Dios
inspirando y transformando nuestras vidas.
Tal vez hemos de comenzar
por invocar a Dios con el salmista: << No apartes de mí tu Espíritu >>.
EL DEFENSOR DE UNA VIDA
SANA
La publicidad masiva,
el afán consumista, los modelos de vida y las modas dominantes imponen su
dictadura sobre las costumbres.
Casi todo nos arrastra
a vivir según un ideal que está ya asumido e interiorizado socialmente:
trabajar para ganar dinero, tener dinero para adquirir cosas, tener cosas para
<<vivir
mejor>> y <<ser alguien>>. ¿No es esta la meta de muchos?
Las personas terminan casi
siempre renunciando a vivir algo más original, noble o profundo. Sin proyecto
de vida y sin más ideales, los individuos se conforman con << vivir bien
>> y << sentirse seguros >>. Eso es todo.
Para reaccionar ante
esta situación, el ser humano necesita adentrarse en su propio misterio.
Necesita esa <<fuente de luz y de vida>>.
El evangelio de Juan
llama al Espíritu Santo con el término
de <<defensor>>,
el que ayuda siempre y en cualquier circunstancia, el que da paz y libertad, el
<<Espíritu de la verdad>>.
¿QUÉ ES LO MÁS SANO?
La cultura moderna
exalta el valor de la salud física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos
para prevenir y combatir las enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos
construyendo entre todos una sociedad donde no es fácil vivir de modo sano.
Nunca ha estado la vida
tan amenazada por el desequilibrio ecológico, el estrés o la depresión. Por
otra parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la carencia
de valores, la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las
personas crecer de manera sana.
Incluso puede suceder
que, dentro de una sociedad enferma, se considere precisamente enfermos a
aquellos que están más sanos.
Algo de esto sucede con
Jesús, de quien sus familiares piensan que <<no está en sus
cabales>>, y los letrados y las clases intelectuales de Jerusalén
consideran que << tiene dentro a Belzebú >>.
¿Qué es más sano, llenar
la vida de cosas o cuidar las necesidades más hondas y entrañables del ser
humano en la relación de la pareja, en el hogar y en la convivencia social?
¿Vivir acaparando o compartiendo?
¿Qué es más sano,
reprimir la dimensión religiosa vaciando de trascendencia nuestra vida o vivir
desde una actitud de confianza en ese Dios revelado en Jesús como <<amigo
de la vida>>, que quiere y busca la plenitud del ser humano?
UNA FE SANA Y REALISTA
Hay personas intuitivas
que no necesitan reflexionar mucho ni detenerse en análisis complejos para
captar lo esencial de la fe; saben que todos caminamos en medio de tinieblas y
vislumbran que lo importante es confiar en Dios.
Hay gentes pesimistas
que subrayan siempre los aspectos negativos de las cosas. Su fe estará
probablemente teñida de pesimismo: <<Se está perdiendo la
religión>>, <<la Iglesia no reacciona>>, <<¿por qué
permite Dios tanto pecado e inmoralidad?>>. Hay también personas optimistas
que tienden a ver lo positivo de la vida y viven su fe con tono confiado:
<< Esta crisis purificará al cristianismo>>, << el Espíritu
de Dios sigue actuando también hoy>>, <<el futuro está en manos de
Dios>>.
Hay gente de mentalidad
conservadora que tiende a vivir la fe como una larga tradición recibida de sus
padres; les preocupa sobre todo conservar fielmente las costumbres y guardar
las tradiciones y creencias religiosas. Otros, por el contrario, tienen la
mirada puesta en el futuro. Para ellos, la fe ha de ser principio renovador,
una fuente permanente de creatividad y de búsqueda de caminos nuevos al reino
de Dios inaugurado por Jesús.
Jesús le da una importancia
decisiva a una cosa: es necesario <<hacer la voluntad de Dios>>.
La búsqueda fiel de la
voluntad de Dios caracteriza siempre al verdadero seguidor de Jesús.
NO SOLO PARA ELEGIDOS
No pocos cristianos piensan
que Dios se preocupa de verdad solo de la salvación de algunos elegidos. Ya en
los tiempos bíblicos, Dios escogió al pueblo de Israel. Hoy Dios sigue siendo
el mismo: solo garantiza con seguridad la salvación de quienes están en la
Iglesia Católica, << olvidando >> prácticamente a los que están
fuera.
Sin embargo, nada más lejos
de la realidad de Dios que este extraño <<favoritismo>>. ¿Cómo es
posible mantener ni por un instante la imagen cruel de un Dios que, habiendo
<<engendrado>> a tantos hijos e hijas a lo largo de los tiempos,
los deja luego prácticamente abandonados para <<dedicarse>> a sus
elegidos ?.
No piensa así ni el
Concilio Vaticano II ni la teología contemporánea.
Donde hay un hombre o
una mujer, allí está Dios suscitando su salvación, esté dentro o fuera de la
Iglesia.
A todos los crea Dios por
amor, a todos los sostiene y acompaña con amor; para todos busca la dicha
eterna.
La Iglesia es lugar de
salvación, pero no el único. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada
ser humano, y esos caminos no pasan necesariamente por la Iglesia.
Ser católico es alabar,
celebrar y dar gracias a Dios por la salvación universal que ofrece a todos
dentro y fuera de la Iglesia.
Jesús lo vive todo
desde ese horizonte amplio donde caben todos. Según el relato de Marcos cuando
le hablan de su madre y sus hermanos, Jesús responde ensanchando su mirada
hacia todos los que viven fielmente ante Dios:
<<Todo el que
cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi
madre>>.
JOSÉ ANTONIO PAGOLA.
Colaboración de Juan García de Paredes