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5 de junio de 2024

EVANGELIO - DOMINGO 9- JUNIO 2024 -(Marcos 3, 20-35 ) REFLEXIONES DE PAGOLA

NO PECAR CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

En aquel tiempo volvió Jesús a casa, y se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer.

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

Unos letrados de Jerusalén decían: Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

Él los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones:

¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir.

Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera los mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dijo:

-Mira tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.

Les contestó:

-¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Y paseando la mirada por el corro dijo:

Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre

( Marcos 3,20-35).

LA FUERZA SANADORA DEL ESPÍRITU

El hombre contemporáneo se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida: por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y el sinsentido.

Cuando el ser humano vive sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las cosas.

El hombre de hoy se resiste a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero comienza a sentirse insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada día no le proporciona.

El gran teólogo Paul Tillich decía que solo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo << el camino de lo profundo >>. Por el contrario, pecar contra ese Espíritu Santo sería << cargar con nuestro pecado para siempre >>.

El Espíritu puede hacer brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede encender en nosotros el amor incluso hacia aquellos por los que no sentimos hoy el menor interés.

El Espíritu es << una fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra >>. Es el mismo Dios inspirando y transformando nuestras vidas.

Tal vez hemos de comenzar por invocar a Dios con el salmista: << No apartes de mí tu Espíritu >>.

EL DEFENSOR DE UNA VIDA SANA

La publicidad masiva, el afán consumista, los modelos de vida y las modas dominantes imponen su dictadura sobre las costumbres.

Casi todo nos arrastra a vivir según un ideal que está ya asumido e interiorizado socialmente: trabajar para ganar dinero, tener dinero para adquirir cosas, tener cosas para

<<vivir mejor>> y <<ser alguien>>. ¿No es esta la meta de muchos?

Las personas terminan casi siempre renunciando a vivir algo más original, noble o profundo. Sin proyecto de vida y sin más ideales, los individuos se conforman con << vivir bien >> y << sentirse seguros >>. Eso es todo.

Para reaccionar ante esta situación, el ser humano necesita adentrarse en su propio misterio. Necesita esa <<fuente de luz y de vida>>.

El evangelio de Juan llama al Espíritu Santo con el término

de <<defensor>>, el que ayuda siempre y en cualquier circunstancia, el que da paz y libertad, el <<Espíritu de la verdad>>.

¿QUÉ ES LO MÁS SANO?

La cultura moderna exalta el valor de la salud física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos para prevenir y combatir las enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos construyendo entre todos una sociedad donde no es fácil vivir de modo sano.

Nunca ha estado la vida tan amenazada por el desequilibrio ecológico, el estrés o la depresión. Por otra parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la carencia de valores, la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las personas crecer de manera sana.

Incluso puede suceder que, dentro de una sociedad enferma, se considere precisamente enfermos a aquellos que están más sanos.

Algo de esto sucede con Jesús, de quien sus familiares piensan que <<no está en sus cabales>>, y los letrados y las clases intelectuales de Jerusalén consideran que << tiene dentro a Belzebú >>.

¿Qué es más sano, llenar la vida de cosas o cuidar las necesidades más hondas y entrañables del ser humano en la relación de la pareja, en el hogar y en la convivencia social? ¿Vivir acaparando o compartiendo?

¿Qué es más sano, reprimir la dimensión religiosa vaciando de trascendencia nuestra vida o vivir desde una actitud de confianza en ese Dios revelado en Jesús como <<amigo de la vida>>, que quiere y busca la plenitud del ser humano?

UNA FE SANA Y REALISTA

Hay personas intuitivas que no necesitan reflexionar mucho ni detenerse en análisis complejos para captar lo esencial de la fe; saben que todos caminamos en medio de tinieblas y vislumbran que lo importante es confiar en Dios.

Hay gentes pesimistas que subrayan siempre los aspectos negativos de las cosas. Su fe estará probablemente teñida de pesimismo: <<Se está perdiendo la religión>>, <<la Iglesia no reacciona>>, <<¿por qué permite Dios tanto pecado e inmoralidad?>>. Hay también personas optimistas que tienden a ver lo positivo de la vida y viven su fe con tono confiado: << Esta crisis purificará al cristianismo>>, << el Espíritu de Dios sigue actuando también hoy>>, <<el futuro está en manos de Dios>>.

Hay gente de mentalidad conservadora que tiende a vivir la fe como una larga tradición recibida de sus padres; les preocupa sobre todo conservar fielmente las costumbres y guardar las tradiciones y creencias religiosas. Otros, por el contrario, tienen la mirada puesta en el futuro. Para ellos, la fe ha de ser principio renovador, una fuente permanente de creatividad y de búsqueda de caminos nuevos al reino de Dios inaugurado por Jesús.

Jesús le da una importancia decisiva a una cosa: es necesario <<hacer la voluntad de Dios>>.

La búsqueda fiel de la voluntad de Dios caracteriza siempre al verdadero seguidor de Jesús.

NO SOLO PARA ELEGIDOS

No pocos cristianos piensan que Dios se preocupa de verdad solo de la salvación de algunos elegidos. Ya en los tiempos bíblicos, Dios escogió al pueblo de Israel. Hoy Dios sigue siendo el mismo: solo garantiza con seguridad la salvación de quienes están en la Iglesia Católica, << olvidando >> prácticamente a los que están fuera.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad de Dios que este extraño <<favoritismo>>. ¿Cómo es posible mantener ni por un instante la imagen cruel de un Dios que, habiendo <<engendrado>> a tantos hijos e hijas a lo largo de los tiempos, los deja luego prácticamente abandonados para <<dedicarse>> a sus elegidos ?.

No piensa así ni el Concilio Vaticano II ni la teología contemporánea.

Donde hay un hombre o una mujer, allí está Dios suscitando su salvación, esté dentro o fuera de la Iglesia.

A todos los crea Dios por amor, a todos los sostiene y acompaña con amor; para todos busca la dicha eterna.

La Iglesia es lugar de salvación, pero no el único. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada ser humano, y esos caminos no pasan necesariamente por la Iglesia.

Ser católico es alabar, celebrar y dar gracias a Dios por la salvación universal que ofrece a todos dentro y fuera de la Iglesia.

Jesús lo vive todo desde ese horizonte amplio donde caben todos. Según el relato de Marcos cuando le hablan de su madre y sus hermanos, Jesús responde ensanchando su mirada hacia todos los que viven fielmente ante Dios:

<<Todo el que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre>>.

JOSÉ ANTONIO PAGOLA.

Colaboración de Juan García de Paredes