Esa civilización que no es sostenible es, evidentemente, la civilización capitalista. Pero hoy en nuestro país, ni siquiera esa izquierda que anda dándose tortas a diestro y siniestro, es capaz de levantar un poco la mirada y darse cuenta de que todos tenemos un enemigo común, ese capitalismo que lleva a la humanidad al desastre.
Es evidente que no podemos pensar en un golpe que derribe hoy al capitalismo. Este sistema está asumido por la gran mayoría de la población, y los sonoros fracasos de los intentos hechos para derribarlo no hacen más que desanimar a otros intentos revolucionarios. Pero la situación actual de la humanidad nos da suficientes argumentos para plantear la necesidad imperiosa de un profundo cambio. La postura de los científicos es una razón más para plantear este cambio.
Es necesario poner empeño en un cambio cultural, llevar este tema de la
insostenibilidad de nuestra forma de vida al primer plano de la opinión
pública. Para ese cambio cultural tenemos que meternos en el terreno personal,
sicológico. Los seres humanos ante lo único que no somos libres es ante nuestra
propia felicidad. Pero no hay ninguna ley científica que nos diga dónde está la
felicidad. Esto no lo tiene en cuenta el capitalismo, que sí nos asegura que la
felicidad la traen la riqueza y el consumo.
Naturalmente que un mínimo de riqueza es necesario para atender a las
auténticas necesidades humanas. Por supuesto que en la miseria no se es feliz,
pero llegados a un cierto límite, la felicidad no se consigue a golpe de
millones. El afán de los grandes millonarios de tener cada día más y más nos
confirma plenamente que toda la riqueza que poseen no les deja satisfechos. En
España, en 2023 gastaron casi 6.000
millones de euros en publicidad, para convencernos de que el consumo nos haría
muy felices. Pero si nos dejamos engañar y buscamos así nuestra felicidad, las tristes predicciones de los científicos
se cumplirán inevitablemente.