[Por: Rosa Ramos]
Iglesia bonita: como
nace la flor más bella,
muy lentamente en la
oscuridad,
hoy renace de nuevo la
iglesia toda engalanada de fraternidad…
Iglesia sencilla,
semilla del reino.
Iglesia bonita, corazón
del pueblo (estribillo) …
El Centro de Programas
y Redes de Acción Pastoral (CEPRAP) del CELAM convocó a un Encuentro que tuvo
lugar en su sede en Bogotá los días 14, 15 y 16 de mayo. Los convocantes fueron
Mons. Lizardo Estrada Herrera, Secretario General del CELAM y el sacerdote
Francisco Hernández Rojas, Director del CEPRAP. Fuimos convocados y convocadas
representantes de las cuatro plataformas que veníamos trabajando previamente:
Ecología integral; Paz, democracia y Derechos Humanos; Nuevas economías (de más
reciente creación y aún sin definir un nombre propio) y el Eje Mujeres en la
Iglesia y la sociedad (por la cual fui invitada).
Para este Encuentro se
consideró pertinente invitar a otras Pastorales, a fin de que escucharan para
involucrarse con las temáticas de estas plataformas. Así estuvieron presentes
Pastoral juvenil, familiar, afro y garífuna, de pueblos originarios, de
personas en situación de calle y adicciones, la red Clamor que trabaja la
problemática de trata de personas, migrantes y desplazados.
Invito a contemplar en la foto que acompaña este artículo rostros y vestimentas, que reflejan la diversidad de orígenes, culturas y edades. Se trata de la foto oficial tomada el último día -muchas más pueden encontrar en internet- en que se evidencia la alegría de la Iglesia sinodal de América Latina y el Caribe, más que el cansancio acumulado en tres días. Invito también a los lectores a escuchar entera la canción del copete, que cantamos muchas veces en esos tres días.
A continuación copio el objetivo general del encuentro y remito a quienes deseen más información la página del CELAM donde encontrarán los objetivos específicos, materiales de las distintas plataformas, fotos, etc. “Promover la cultura del encuentro entre las personas que participan de cada uno de los procesos (de las comisiones o plataformas), reconociéndonos como comunidad del discipulado misionero, para el discernimiento y la acción sinodal, propiciando la construcción de un manifiesto de sinergias y principios para el itinerario pastoral que contribuya a la transformación de la realidad eclesial y socioambiental.”
Un objetivo ambicioso
para alcanzar entre tantas personas de trece países y diferentes ambientes
eclesiales. Trabajamos intensamente los tres días treinta mujeres laicas, siete
religiosas, veintidos varones laicos, dos obispos, trece sacerdotes y dos
diáconos (datos de la secretaría del CELAM). Parecía imposible avanzar entre
tantos, pero la pedagogía y dinámica propuestas hicieron posible el encuentro
humano, ricos intercambios de experiencias y un trabajo fructífero, llegando a
acordar estrategias y acciones para el período 2024-2027.
Los siguientes
comentarios serán a nivel personal, compartiré el impacto y la gratitud que me
ha provocado el participar. Sobre el Encuentro de Mujeres en Sinodalidad, en el
que participamos una veintena el año pasado escribí el artículo publicado en el
blog el 23 de abril del 2023. Como ya he dicho, este año nos reunimos con
representantes de otras plataformas de trabajo, siempre en vistas a crecer en
este camino sinodal.
Me ha impactado el encuentro con tanta gente “joven” participando activamente en sus territorios, comprometidos con los problemas que padecen los más frágiles desde su identidad de fe y desde la Iglesia. Observando el conjunto, creo que menos de diez éramos “sesentones”, el promedio de edad de los participantes estaba en el entorno de los cuarenta años, habiendo unos cuantos aún menores. Esta Iglesia que reúne diversas generaciones me provocó esperanza.
Asimismo, señalo como
muy esperanzadora esa diversidad de compromisos: la casa común, la ecología
integral, nuevas formas de economía a favor de la gente y no del capital, la
paz, la democracia, la defensa de las personas y sus derechos, las migraciones
y la trata, la situación de calle y adicciones, la violencia contra las
mujeres, su lugar en la sociedad y en la Iglesia…. Se notaba en los
participantes su sensibilidad ante todos los problemas sociales, así como una
entrega al trabajo de campo, sin dejar de lado la reflexión y la investigación
seria en torno a esos problemas, sus causas y búsqueda de soluciones
compartidas.
Muchas veces pecamos de
pesimismo y desesperanza ante la enormidad y gravedad de los problemas, pero un
encuentro de este tipo nos pone de cara al bosque que crece silencioso, aunque
asuste el estruendo de los árboles que son derribados. No podemos cerrar los
ojos ante el mal, la injusticia y los atropellos contra la vida en todas sus
formas, pero es bueno abrirlos ante la entrega generosa de tantas personas de
buena voluntad. Es bueno agradecer a la Ruah que sigue animando la vida hacia
su omega y la fe generosa de la humanidad que acoge su aliento.
Me sorprendió y valoro la dinámica de trabajo que incluía equilibradamente la reflexión intelectual, el compartir experiencias y la expresión corporal en clave festiva y de encuentro. Dicha dinámica en círculos, en movimiento, tendía a aunar criterios pero también miradas, a caminar juntos hacia un horizonte de transformación-humanización. No se trató de un congreso donde escuchar ponencias magistrales, hicimos juntos una experiencia de compartir lo que vivimos y hacemos en nuestras áreas, intentando coordinar planes y estrategias, procurando convergencias, uniendo sinergias. La metodología elegida fue propicia a todo eso, abriéndonos al Espíritu, a fin de lograr una rica “cosecha de ideas” y de “mociones” hasta lograr consensos.
Otro aspecto a destacar
del Encuentro en Bogotá es la alegría con que se vivió. Es notoria la capacidad
de celebrar de nuestros pueblos originarios y de la cultura afro, que contagia
esperanza a todos con sus cantos, tambores, palmas, bailes. Estos no faltaban
en las celebraciones litúrgicas ni el trabajo propiamente dicho. Esa alegría
fue y es expresión de una Iglesia testigo del Resucitado, que muestra las
heridas de las manos y el costado, pero confía en el triunfo del sueño de Dios
para la humanidad y la creación. En relación a las Eucaristías de cada día,
presididas por Mons. Lizardo o por Mons. José Hirais Acosta, quiero señalar la
participación plena en todas y la creatividad de cada una. La primera, a cargo
de la pastoral afro y garífuna, marcó ya un modo de encuentro y celebración a
pleno ritmo de tambor. La segunda fue animada por la pastoral de pueblos
originarios, que sumó a los instrumentos la musicalidad de las diversas
lenguas. La tercera, a cargo del Cono Sur, aportó otra novedad: el comentario a
las lecturas lo hizo una mujer laica.
En suma, he sido
testigo y parte de una instancia de tres días (dentro de un largo proceso que
seguirá en diversos espacios de América Latina y el Caribe) de una Iglesia
viva, multicultural, capaz de asumir los desafíos del presente con compromiso y
alegría siguiendo a Jesús, camino, verdad y vida abundante para todos. Una
Iglesia animada por el Papa Francisco y su invitación a caminar juntos y juntas
para mejor servir a la humanidad. Signo de esta Iglesia comunión, cabe subrayar
también las dos horas que compartimos on line Bogotá-Roma con el Dicasterio
para el Desarrollo Humano Integral. ¡Estamos viviendo un Pentecostés eclesial,
demos gracias a Dios!