Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

13 de junio de 2024

UN ENCUENTRO ESPERANZADOR

 [Por: Rosa Ramos]

Iglesia bonita: como nace la flor más bella,

muy lentamente en la oscuridad,

hoy renace de nuevo la iglesia toda engalanada de fraternidad…

Iglesia sencilla, semilla del reino.

Iglesia bonita, corazón del pueblo (estribillo) …

El Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral (CEPRAP) del CELAM convocó a un Encuentro que tuvo lugar en su sede en Bogotá los días 14, 15 y 16 de mayo. Los convocantes fueron Mons. Lizardo Estrada Herrera, Secretario General del CELAM y el sacerdote Francisco Hernández Rojas, Director del CEPRAP. Fuimos convocados y convocadas representantes de las cuatro plataformas que veníamos trabajando previamente: Ecología integral; Paz, democracia y Derechos Humanos; Nuevas economías (de más reciente creación y aún sin definir un nombre propio) y el Eje Mujeres en la Iglesia y la sociedad (por la cual fui invitada).

Para este Encuentro se consideró pertinente invitar a otras Pastorales, a fin de que escucharan para involucrarse con las temáticas de estas plataformas. Así estuvieron presentes Pastoral juvenil, familiar, afro y garífuna, de pueblos originarios, de personas en situación de calle y adicciones, la red Clamor que trabaja la problemática de trata de personas, migrantes y desplazados.

Invito a contemplar en la foto que acompaña este artículo rostros y vestimentas, que reflejan la diversidad de orígenes, culturas y edades. Se trata de la foto oficial tomada el último día -muchas más pueden encontrar en internet- en que se evidencia la alegría de la Iglesia sinodal de América Latina y el Caribe, más que el cansancio acumulado en tres días. Invito también a los lectores a escuchar entera la canción del copete, que cantamos muchas veces en esos tres días.

A continuación copio el objetivo general del encuentro y remito a quienes deseen más información la página del CELAM donde encontrarán los objetivos específicos, materiales de las distintas plataformas, fotos, etc. “Promover la cultura del encuentro entre las personas que participan de cada uno de los procesos (de las comisiones o plataformas), reconociéndonos como comunidad del discipulado misionero, para el discernimiento y la acción sinodal, propiciando la construcción de un manifiesto de sinergias y principios para el itinerario pastoral que contribuya a la transformación de la realidad eclesial y socioambiental.”

Un objetivo ambicioso para alcanzar entre tantas personas de trece países y diferentes ambientes eclesiales. Trabajamos intensamente los tres días treinta mujeres laicas, siete religiosas, veintidos varones laicos, dos obispos, trece sacerdotes y dos diáconos (datos de la secretaría del CELAM). Parecía imposible avanzar entre tantos, pero la pedagogía y dinámica propuestas hicieron posible el encuentro humano, ricos intercambios de experiencias y un trabajo fructífero, llegando a acordar estrategias y acciones para el período 2024-2027.

Los siguientes comentarios serán a nivel personal, compartiré el impacto y la gratitud que me ha provocado el participar. Sobre el Encuentro de Mujeres en Sinodalidad, en el que participamos una veintena el año pasado escribí el artículo publicado en el blog el 23 de abril del 2023. Como ya he dicho, este año nos reunimos con representantes de otras plataformas de trabajo, siempre en vistas a crecer en este camino sinodal.

Me ha impactado el encuentro con tanta gente “joven” participando activamente en sus territorios, comprometidos con los problemas que padecen los más frágiles desde su identidad de fe y desde la Iglesia. Observando el conjunto, creo que menos de diez éramos “sesentones”, el promedio de edad de los participantes estaba en el entorno de los cuarenta años, habiendo unos cuantos aún menores. Esta Iglesia que reúne diversas generaciones me provocó esperanza.

Asimismo, señalo como muy esperanzadora esa diversidad de compromisos: la casa común, la ecología integral, nuevas formas de economía a favor de la gente y no del capital, la paz, la democracia, la defensa de las personas y sus derechos, las migraciones y la trata, la situación de calle y adicciones, la violencia contra las mujeres, su lugar en la sociedad y en la Iglesia…. Se notaba en los participantes su sensibilidad ante todos los problemas sociales, así como una entrega al trabajo de campo, sin dejar de lado la reflexión y la investigación seria en torno a esos problemas, sus causas y búsqueda de soluciones compartidas.

Muchas veces pecamos de pesimismo y desesperanza ante la enormidad y gravedad de los problemas, pero un encuentro de este tipo nos pone de cara al bosque que crece silencioso, aunque asuste el estruendo de los árboles que son derribados. No podemos cerrar los ojos ante el mal, la injusticia y los atropellos contra la vida en todas sus formas, pero es bueno abrirlos ante la entrega generosa de tantas personas de buena voluntad. Es bueno agradecer a la Ruah que sigue animando la vida hacia su omega y la fe generosa de la humanidad que acoge su aliento.

Me sorprendió y valoro la dinámica de trabajo que incluía equilibradamente la reflexión intelectual, el compartir experiencias y la expresión corporal en clave festiva y de encuentro. Dicha dinámica en círculos, en movimiento, tendía a aunar criterios pero también miradas, a caminar juntos hacia un horizonte de transformación-humanización. No se trató de un congreso donde escuchar ponencias magistrales, hicimos juntos una experiencia de compartir lo que vivimos y hacemos en nuestras áreas, intentando coordinar planes y estrategias, procurando convergencias, uniendo sinergias. La metodología elegida fue propicia a todo eso, abriéndonos al Espíritu, a fin de lograr una rica “cosecha de ideas” y de “mociones” hasta lograr consensos.

Otro aspecto a destacar del Encuentro en Bogotá es la alegría con que se vivió. Es notoria la capacidad de celebrar de nuestros pueblos originarios y de la cultura afro, que contagia esperanza a todos con sus cantos, tambores, palmas, bailes. Estos no faltaban en las celebraciones litúrgicas ni el trabajo propiamente dicho. Esa alegría fue y es expresión de una Iglesia testigo del Resucitado, que muestra las heridas de las manos y el costado, pero confía en el triunfo del sueño de Dios para la humanidad y la creación. En relación a las Eucaristías de cada día, presididas por Mons. Lizardo o por Mons. José Hirais Acosta, quiero señalar la participación plena en todas y la creatividad de cada una. La primera, a cargo de la pastoral afro y garífuna, marcó ya un modo de encuentro y celebración a pleno ritmo de tambor. La segunda fue animada por la pastoral de pueblos originarios, que sumó a los instrumentos la musicalidad de las diversas lenguas. La tercera, a cargo del Cono Sur, aportó otra novedad: el comentario a las lecturas lo hizo una mujer laica.

En suma, he sido testigo y parte de una instancia de tres días (dentro de un largo proceso que seguirá en diversos espacios de América Latina y el Caribe) de una Iglesia viva, multicultural, capaz de asumir los desafíos del presente con compromiso y alegría siguiendo a Jesús, camino, verdad y vida abundante para todos. Una Iglesia animada por el Papa Francisco y su invitación a caminar juntos y juntas para mejor servir a la humanidad. Signo de esta Iglesia comunión, cabe subrayar también las dos horas que compartimos on line Bogotá-Roma con el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. ¡Estamos viviendo un Pentecostés eclesial, demos gracias a Dios!