Capítulo 7
VIVIR UNA VIDA NUEVA
Montados en el carrito de Pili llegaron los náufragos Lucía y Felipe a la casa donde esperaban los padres de Pili, la voluntaria de la cruz Roja, el niño todavía dormía. Por muy grande que se creyera, era un chavalín de 10 años y había pasado en aquel naufragio una aventura que hombres y mujeres grandes no la resisten.
En las costas de Huelva, el primer lugar de España donde chocó la patera, salieron despedidos al agua 5 personas, entre ellos Lucía y Felipe. Estaban los dos agarrados de la mano y agarrados cayeron al agua. Como era una costa rocosa pudieron subirse a una peña mientras la patera empujada por el oleaje daba marcha atrás y volvía al alta mar.
Cuando se volvieron a sentar en la roca se miraron los dos papás: ¿y Pascualín? - Yo lo he visto agarrado fuerte a un cable que se clavaba en cubierta - ¡ay Señor!, pues que aguante ahí!
Pero la barca estaba ya lejos dando vueltas entre la tormenta.
Los dos esposos salieron de las rocas aquellas y llegaron a un pequeño pueblo. No se imaginaban que cerca de aquel pueblo, de la Rábida había salido hacían unos 500 años Cristóbal Colón en dirección al oeste, donde encontraron las tierras de abiayala que mas tarde se llamaron América.
Pero ellos no estaban para esos descubrimientos; sino para que los habitantes de ese pueblo les descubriesen a ellos con rozaduras en todo el cuerpo y rota la ropa por muchas partes.
Enseguida los vecinos de la Rábida les llevaron a una casa de acogida de la parroquia les dieron ropa y algo de comer.
Pronto llegaron algunos policías y miembros de la Cruz Roja.
Felipe y Lucía les dijeron angustiados que un niño se les había quedado en la patera.
¡Ah!- les dijo uno que parecía el jefe y controlaba la situación con su teléfono - pues me acaban de decir que el oleaje acaba de empujar hacia el este a la barca esa ¡que ya está, por Cádiz!. Para aquellos africanos recién salidos del mar Huelva y Cádiz eran como palabras chinas, pero los vecinos amablemente les explicaron dónde estaban y a dónde tendrían que ir.
"Yo tengo un automóvil – dijo un señor - y les puedo llevar, pero tendrán que esperar media hora a que me lo traigan.
Pero los papás de Pascualín estaban demasiado inquietos y en cuanto les explicaron el camino hacia Cádiz y Chiclana les dieron las gracias y salieron a la carretera.
Así fueron caminando sin pensar que donde iban estaba mucho más lejos de lo que pensaban.
Afortunadamente ya saben quien los encontró por el camino, la generosa y activa Pili.
En el próximo capítulo les contaremos el encuentro de la morenita familia de Guinea ecuatorial con ese niño que se sentía grande.