ENVIADOS A EVANGELIZAR
En
aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles
autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino
un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que
llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:
Quedaos
en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no
os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para
probar su culpa.
Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban (Marcos 6,7-13)
ESTILO DE VIDA DEL
EVANGELIZADOR
Jesús no envía a sus
discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios
y prolongar su misión deberán cuidar su estilo de vida.
En primer lugar, ¿quiénes
son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿Cuál es su autoridad?. Jesús
<<les da autoridad sobre los espíritus inmundos>>. No les da poder
sobre las personas que irán encontrando en su camino. Les da autoridad para
liberarlas del mal.
Se abrirán paso en la sociedad
no utilizando un poder dominador, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento
y haciendo crecer la libertad y la fraternidad.
Solo llevarán <<bastón>>
y <<sandalias>>. Jesús los imagina como caminantes. Nunca
instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. No llevarán
<<ni pan, ni alforja, ni dinero>>. Jesús no está pensando en lo que
han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sean que
un día se olviden de los pobres y no vivan encerrados en su propio bienestar.
Vestirán con la sencillez
de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas, como los sacerdotes del templo.
¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando de su espíritu casi sin darnos cuenta?
LO QUE NO HEMOS DE LLEVAR
Cuando Jesús envía a
sus discípulos a prolongar su misión, no piensa en lo que han de llevar
consigo, sino precisamente en lo contrario: lo que no han de llevar.
Jesús pide a sus
discípulos que no tomen consigo dinero ni provisiones. El <<mundo
nuevo>> que él busca no se construye con dinero. Su proyecto no lo
sacarán adelante los ricos, sino gente sencilla que sepa vivir con pocas cosas,
porque ha descubierto lo esencial: el reino de Dios y su justicia.
Sus seguidores irán
descalzos, como las clases más oprimidas de Galilea. La gente los han de ver
identificados con los últimos. Si se alejan de los pobres, no podrán anunciar
la Buena Noticia de Dios, el Padre de los olvidados.
SIN PODER
No le va a ser fácil a
la Iglesia aprender a <<vivir en minoría>> en medio de una sociedad
secularizada y pluralista. Después de haber sido la religión oficial del Imperio
romano y haber ejercido durante siglos un poder hegemónico, no acierta a
caminar sin el apoyo de algún <<poder>> que le permita actuar desde
un nivel de superioridad o privilegio.
Sin embargo, es bueno
para la Iglesia ir perdiendo poder económico y político, pues ese despojamiento
la va acercando de nuevo hacia el espíritu del movimiento que puso en marcha
Jesús.
Jesús no quiso dejar el
evangelio en manos del dinero.
Sus seguidores no han de <<acumular tesoros en la tierra>>Tarde o temprano, el dinero se convierte en signo de poder, de seguridad, de ambición y dominio sobre los demás.
El poder suele ir
acompañado de autoritarismo impositivo y no es capaz de cambiar los corazones.
Jesús cree en el servicio humilde de los que buscan una sociedad mejor para
todos.
Por eso no quiso dejar
el evangelio en manos del poder.
En su comunidad
<<quien quiera>> ser el mayor se ha de hacer servidor>>.
Jesús no encumbra a sus
discípulos dándoles poder sobre los demás. Desde el poder no se puede impulsar
la transformación evangélica que necesitamos en la Iglesia.
CON POCAS COSAS
Pocos relatos evangélicos
nos descubren mejor la intención original de Jesús que este que nos presenta a Jesús
enviando a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, dinero ni túnica de
repuesto.
Aquí hay algo que no podemos
eludir. El evangelio es anunciado por aquellos que saben vivir con sencillez.
No son los poderosos, los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas
de la política los que van a construir un mundo más humano.
Esta sociedad necesita
como nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir con pocas cosas.
Creyentes capaces de
mostrar que la felicidad no está en acumular bienes.
Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra sociedad.
¿SIN APOYO SOCIAL?
¿Cómo podría la Iglesia
recuperar su prestigio social y ejercer de nuevo aquella influencia que tuvo en
nuestra sociedad hace solamente algunos años?
Lo importante no es un
equipamiento que nos dé seguridad, sino la fuerza del evangelio vivido con sinceridad,
pues el evangelio penetra en la sociedad no tanto a través de medios eficaces
de propaganda, sino, por medio de testigos que viven fielmente el seguimiento a
Jesucristo.
Son necesarias en la
Iglesia la organización y las estructuras, pero solo para sostener la vida
evangélica de los creyentes. Una Iglesia cargada de excesivo equipaje corre el
riesgo de hacerse sedentaria y conservadora. A la larga se preocupará más de
abastecer a sí misma que de caminar libremente al servicio del reino de Dios.
Una Iglesia más desguarnecida,
más desprovista de privilegios y más empobrecida de poder socio-político será
una Iglesia más libre y más capaz de ofrecer el evangelio en su verdad más
auténtica.