¡Qué deseables son tus moradas!
(salmo 83)
¡Quiero vivir en tu
casa, Dios mío,
en un rinconcito que
sobre.
Yo me haré más pequeño,
para no estorbar.
Sólo quiero estar junto
a ti,
escuchando,
contemplando,
sintiendo el calor de tu presencia.
Y si quieres me das una
escoba
para limpiar la casa.
O, si prefieres,
trátame como a una escoba,
dispuesta siempre a
barrer, hasta gastarse,
y guardadita en el
rincón para que no estorbe.
Si me dejas, allí me
quedaré días y días,
porque ya no
necesitaría nada.
¿Por qué ese deseo de
viajar, de correr,
de divertirse, de
comprar?
¿Por qué ese deseo de
cambiar de casa
y de coche y de vestido
y hasta de amigos?
Tú lo eres todo para
mí:
tú eres mi mar y mi
montaña,
mi tierra y mi galaxia,
mi encanto y mi tarea,
mi evangelio y mi
biblioteca,
mi canción y mi juego,
mi éxtasis y mi
silencio.
¡Qué bien se está hasta
en los umbrales de tu casa!
Yo quiero quedarme en tu
casa,
tres días y tres
noches, como Jesús,
tres años y tres
siglos, siempre.
LOS OTROS SALMOS (salmo 83)