ALIMENTARNOS DE JESÚS
En aquel tiempo dijo
Jesús a los judíos:
Yo soy el pan vivo que
ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que
yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Disputaban entonces los
judíos entre sí:
¿Cómo puede este darnos
a comer su carne?
Entonces Jesús les
dijo:
Os aseguro que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi sangre y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre, que vive, me
ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come de este pan vivirá para siempre ( Juan 6, 51-58 )
EXPERIENCIA DECISIVA
En el núcleo de esa
cena hay algo que jamás ha de ser olvidado: sus seguidores no quedarán
huérfanos. La muerte de Jesús no podrá romper su comunión con él. Sus
discípulos no se quedan solos, a merced de los avatares de la historia. En el
centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y
operante. Aquí está el secreto de su fuerza.
Para alimentar nuestra
adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos y acercarnos a comulgar con él
identificándonos con su estilo de vivir.
No hemos de olvidar que
<<comulgar>> con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha
muerto <<entregado>> totalmente por los demás. Su cuerpo es un
<< cuerpo entregado >> y su sangre es una <<sangre derramada>>
por la salvación de todos. Es una contradicción acercarnos a <<comulgar>>
con Jesús resistiéndonos egoístamente a vivir para los demás.
Bien celebrada, la
eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta con su vida, nos
familiariza con su evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio
fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él.
CADA DOMINGO
Es muy fácil asistir a
misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas correspondientes y no
escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo; darnos
la paz sin reconciliarnos con nadie.
Para empezar, hemos de
escuchar con atención y alegría la Palabra de Dios, y en concreto el evangelio
de Jesús.
Es una suerte hacer el
recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del evangelio. Es bueno
reunirnos cada domingo para sentir la vida como regalo y dar gracias al
Creador. La comunión con Cristo es decisiva.
Es el momento de acoger
a Jesús en nuestra vida para experimentarlo en nosotros, identificarnos con él
y dejarnos trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu.
LO DECISIVO ES TENER
HAMBRE
El evangelista Juan
utiliza un lenguaje muy fuerte para insistir en la necesidad de alimentar la comunión
con Jesucristo. Solo así experimentaremos en nosotros su propia vida. Según él,
es necesario comer a Jesús: <<El que me come a mí vivirá por mí >>
Lo decisivo es tener
hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a
su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en
nosotros.
Encender en nosotros el
instinto de vivir como él; para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin
cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
PAN Y VINO
Para subsistir, el
hombre necesita comer y beber. Y este simple hecho, a veces tan olvidado en las
sociedades satisfechas del bienestar, revela que el ser humano no se fundamenta
a sí mismo, sino que vive recibiendo misteriosamente la vida.
Pero desde que nos
llega de la tierra hasta la mesa, el pan necesita ser trabajado ser trabajado
por quienes siembran, abonan el terreno, siegan y recogen las espigas, muelen
el trigo, cuecen la harina. El vino supone un proceso todavía más complejo en
su elaboración.
Por eso cuando se
presenta el pan y el vino sobre el altar, se dice que son <<fruto de la
tierra y del trabajo del hombre>>.
Ese pan y ese vino se convertirán para los creyentes en <<pan de vida>> y <<cáliz de salvación>>. Ahí encontramos los cristianos esa <<verdadera comida>> y << verdadera bebida >> que nos dice Jesús. Una comida y una bebida que alimentan nuestra vida sobre la tierra, nos invitan a trabajarla y mejorarla, y nos sostienen mientras caminamos hacia la vida eterna.
EL NUEVO DOMINGO
El domingo ya no es lo
que era hace unos años. En poco tiempo ha crecido y se ha convertido en el
<< fin de semana >>, que comienza ya el viernes por la tarde.
No todos vivimos el fin
de semana de la misma manera. Para algunos es una verdadera suerte: tienen
iniciativas, posibilidades y amigos para disfrutar esos días. Otros temen el
domingo, no saben qué hacer con él, se aburren; si no hubiera futbol sería
insoportable.
El domingo cristiano puede ser el alma del fin de semana, que ayude a los creyentes a experimentar mejor su libertad de hijos de Dios, sin imposiciones ni fines utilitaristas. La eucaristía podría ayudar a recuperar el sosiego y reavivar el aliento interior. El fin de semana podemos ser un poco más << nosotros mismos >>.
¿Crecerá el domingo
cristiano hasta ser << fermento y sal >> del fin de semana de la
actual cultura?. En cualquier caso, podemos hacernos una pregunta: ¿sabemos los
cristianos extraer de la eucaristía dominical aliento y alegría para vivir el
nuevo domingo?.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.