Enséñame, Señor, a envejecer
Señor, enséñame a
envejecer
como cristiano.
Convénceme de que no
son
injustos conmigo:
los que me quitan
responsabilidad;
los que ya no piden mi
opinión;
los que llaman a otro
para que
ocupe mi puesto.
Quítame el orgullo de
mi
experiencia pasada;
quítame el sentido de
creerme
indispensable.
Señor, que en este
gradual
despego de las cosas,
yo sólo vea la ley del
tiempo,
y considere este relevo
en los trabajos
como una manifestación
interesante de la vida,
que se releva bajo el
impulso
de tu providencia.
Pero ayúdame, Señor,
para que yo todavía
sea útil a los demás:
contribuyendo con mi
optimismo
y mi oración
a la alegría y al
entusiasmo
de los que ahora tienen
la
responsabilidad;
viviendo en contacto
humilde
y sereno con el mundo
que cambia
sin lamentarme por el
pasado
que ya se fue;
aceptando mi salida
de los campos de
actividad,
como acepto con
naturalidad
sencilla la puesta del
sol.
Finalmente,
te pido que me perdones
si sólo en esta hora
tranquila
caigo en la cuenta
de cuánto me has amado,
y concédeme
que, a lo menos ahora,
mire con mucha gratitud
hacia el destino feliz
que me tienes preparado
y hacia el cual me
orientaste en el
primer momento de mi
vida.
Señor enséñame a envejecer así.
Amen.
Martín Irure
(capuchino)
Colaboración de Juan García de Paredes.