CAPÍTULO 4: YA NO HACEN FALTA CATACUMBAS
MARTÍN VALMASEDA
Salió de casa de
Demócrito el episcopus Silvestre( aún no se le llamaba Papa al que dirigía en
Roma a los cristianos) y cuando apareció libre, sin cadenas, de detrás de una
tapia cercana salió un grupo de los creyentes en Jesús con caras asustadas.
Por favor dijo
Silvestre, dejen esos rostros de tragedia, ya les dije que el nuevo presidente
de Roma no es un dragón como los emperadores anteriores. Ahora van a poder
vivir libremente en sus casas. Los asustadizos cambiaron el gesto y abrazaron a
su obispo.
Padre silvestre ¿el
presidente te habrá ofrecido algún palacio donde vivas según tu dignidad?
Silvestre le miró con
gesto irónico: No sé si recuerdas algo amigo Marco: ¿Qué palacio tenía Jesús
que le faltaba hasta una piedra donde reclinar su cabeza?.
Marco calló
avergonzado. Silvestre se dirigió a todo el grupo: Escuchadme amigos.
Este presidente es un filósofo respetuoso de las personas pero exigente y justo. No pretendan que nuestra ekklesia tenga preferencias especiales. Nos ha dado libertad pero no privilegios Ya no tendremos que escondernos en las catacumbas pero deberemos cumplir las leyes de Roma como todos los vecinos de la ciudad.
- Nosotros estamos ya
introducidos en la sociedad de los barrios pobres pero le agradecemos su
amistad y apoyo y tiene las puertas abiertas de nuestras casas allí es donde
celebramos los domingos la cena del señor. Entonces habló Priscila una de las
jóvenes cristianas Yo le he visto a usted senador pasar por delante de mi casa. Cualquier domingo puede acudir a nuestra fiesta que llamamos la fracción del pan,
es como una sencilla cena. Ya le explicaremos.
Se estaba haciendo
tarde. Algunos cristianos acompañaron a su casa al obispo Silvestre. El senador
montó a caballo y siguió su camino... y nosotros esperamos a seguirles contando
esta anti-historia de los primeros siglos del cristianismo