Martín Prado, en
Indonesia
"Sí, sí, me dijo
que si iba a Papúa, venía a Vánimo, a ver lo qué yo hacía. Ni habrá pensado
cuántos kilómetros, ni lo lejos que está. Tiene un gran corazón por los más
necesitados. Creo que este viaje es una respuesta a los más alejados, a las
periferias"
"En este lugar no hay nada, ni agua corriente, ni electricidad, ni aire acondicionado, ni grandes locales..."
"Si viajo a Papúa
Nueva Guinea, voy a Vánimo", así se lo aseguró el papa Francisco al
misionero argentino Martín Prado y así lo cumplirá cuando el 8 de septiembre se
desplace en avión para pasar sólo unas horas en este remoto puerto del Pacífico
en medio de la selva.
"Sí, sí, me dijo
que si iba a Papúa, venía a Vánimo, a ver lo qué yo hacía. Ni habrá pensado
cuántos kilómetros, ni lo lejos que está. Tiene un gran corazón por los más
necesitados. Creo que este viaje es una respuesta a los más alejados, a las
periferias", explica por teléfono a EFE este misionero de 35 años mientras
prepara la visita del pontífice.
Francisco viajará a
Vánimo desde Port Moresby en avión, en un vuelo de unos 40 minutos, para estar
apenas dos horas y saludar a los fieles en la explanada frente a la Catedral de
la Santa Cruz y después reunirse con los miembros de la Iglesia en la Escuela
de Humanidades Santísima Trinidad, pues el pontífice financió su construcción.
Destaca el misionero
que en esta pequeña localidad, de unas 9.000 personas, a la que se llega sólo
en avión porque no hay ni carreteras, se están preparando "un poco como
pueden", "de una manera muy simple pero muy linda" porque "en
este lugar no hay nada, ni agua corriente, ni electricidad, ni aire
acondicionado, ni grandes locales...", así que han preparado la cancha de
fútbol para recibir a Francisco.
El padre Martín, que lleva en Papúa Nueva Guinea desde hace 10 años, conoce al papa desde 2019 cuando decidió emprender la aventura de ir a Roma con un grupo de fieles de Vánimo y que concluyó con el Papa que los recibió en su residencia de Santa Marta y la promesa de un viaje.
"A mí ni se me
pasaba por la cabeza, pero un sacerdote amigo me dijo que ya que estaba en Roma
que le escribiese una carta y se la dejara en la residencia donde vive, en la
Casa Santa Marta, y el papa respondió. Para mí era algo imposible. Estaba de
vacaciones, pero nos dijo que nos quería recibir y saludar. Le sorprendió que
viniéramos de tan lejos. Y bueno, creo que ahí comenzó todo", relata.
Los católicos de
Vánimo, gente muy sencilla, que vive con muy poco," aunque no comprenden
la importancia porque no siguen los medios de comunicación", explica
Pardo, están "todos súper contentos, muy entusiasmados, queriendo
participar en las distintas iniciativas".
"Esperan al papa de un modo muy familiar y cercano. Dicen: 'tenemos que decirle esto o aquello' y bueno, ellos no entienden de protocolos y creen que se van a poder acercar todos. Están muy expectantes, también los no católicos", señala.
Para ellos "Roma
está muy lejos pero saben que esto que va a pasar es algo muy grande. De eso
son muy conscientes y están preparando todo ellos, limpiando el pueblo,
cortando el pasto con machetes o vendiendo el oro que encuentran para pagarse
el viaje..." porque, lamenta, no han tenido ayuda del Gobierno por ahora.
Han organizado cantos y
danzas tradicionales, "que es algo de lo la gente de aquí está más
orgullosa" y preparado los carteles de bienvenida con cañas de bambú.
Espera que el Papa se
lleve "una buena impresión después de tanto esfuerzo" y que "se
pueda llevar una buena alegría" y además de los habitantes de Vánimo
"van a venir otros de más lejos caminando o en canoas".
En esta sencilla
ceremonia, el papa se reunirá privadamente con los catequistas porque "son
muy importantes aquí" pues "hay lugares en los que sólo una vez al
mes se puede celebrar misa".
Desea que la visita del
papa sirva a esta pequeña comunidad católica a "que nos reafirme en la
fe".
Cristina Cabrejas/Efe