Dispón de mi vida, Señor
Concédeme, Dios
misericordioso,
desear ardientemente lo
que tú amas,
buscarlo con prudencia,
reconocerlo con verdad
y cumplirlo con
perfección,
para alabanza y gloria
de tu nombre.
Pon orden en mi vida,
y lo que tú quieres que
yo haga
concédeme conocerlo
y dame la gracia de
cumplirlo
como es debido
y como sea más
provechoso
para la salvación de mi
alma.
Que yo vaya hacia ti,
Señor,
por un camino seguro y
recto
que conduzca a la meta,
por un camino que no se
pierda
entre las dificultades
y los triunfos.
Que te dé gracias en
los éxitos,
y en los contratiempos
conserve la calma,
sin dejarme exaltar
por lo que me sea
favorable
y sin abatirme
por lo que me sea adverso.
Que las alegrías
me cansen si no estás
tú,
y nunca desee nada
fuera de ti.
Que los trabajos,
Señor, me sean
gratos si son por ti,
y el descanso,
insoportable,
si me faltas tú.
Dame la gracia de
dirigir con
frecuencia mi corazón a
ti.
Y cuando flaquee,
hazme reconocer mi
culpa
con el firme propósito
de corregirme.
Señor, Dios mío, haz
que yo sea
obediente, sin espíritu
de contradicción;
pobre, sin defección;
casto, sin corrupción;
paciente, sin
discusión;
humilde, sin
fingimientos;
alegre, sin disipación;
triste, sin
abatimiento;
grave, pero no duro;
activo, pero no ligero;
y sincero, pero sin
doblez.
(Santo Tomás de Aquino,
1274)
Colaboración de Juan García de Paredes.