Con el salmo
responsorial, nosotros proclamamos que “el Señor abre los ojos al ciego, el
Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda
a los peregrinos” (Sal 145).
Ahora bien, para que
tenga lugar la liberación hay que escuchar la palabra de Dios y no hacer
discriminación de personas. Ese es el mensaje de la carta de Santiago (Sant
2,1-5).
EL LENGUAJE DE LOS
GESTOS
La curación del sordo
que apenas puede hablar nos facilita una preciosa reflexión sobre los pasos de
sus amigos y los gestos del Señor (Mc 7,31-37).
• Son otros los que
llevan al sordo hasta el Maestro y suplican su curación. Como se ve, el enfermo
depende de los demás.
• Jesús aparta de la
gente al sordomudo. La discreción de Jesús revela su poder. Él es la Palabra de
Dios, que puede capacitar a los discapacitados para oír su mensaje.
• Los que acompañan al
enfermo piden a Jesús que le imponga las manos. Con ese gesto se manifiesta la
gratuidad de la bendición y de los dones del Señor.
• Jesús mete sus dedos
en los oídos del sordo y con la saliva le toca la lengua. De esa forma puede
ayudar al enfermo a comprender el don que le concede.
• Además, Jesús
acompaña sus gestos con una palabra, que se ha querido conservar en la lengua
original: “Effetá”, esto es “ábrete”.
OÍR Y HABLAR
El relato evangélico
recoge el comentario de las gentes que conocieron aquella curación: “Todo lo ha
hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Nos alegra comprobar
que Jesús suscitaba la admiración de las gentes.
• Jesús hace oír a los
sordos. A los de antes y a los de ahora. No quieren oír la voz del Maestro
quienes no están dispuestos a ajustar su conducta a sus propuestas. Pero aun
entre los discípulos del Señor, parece difícil escuchar la palabra de Dios y
vivir de acuerdo con su mensaje de vida. Este es el momento de rogarle que nos
libre de nuestra sordera.
El Papa Benedicto nos
alertaba del “intento de silenciar a Dios en el mundo”. Es una de las afecciones
más graves que existen en nuestra vida cristiana y contemporánea.
• Jesús hace hablar a
los mudos. Se dice que el mal de este mundo surge por la maldad de los
corruptos y, sobre todo, por el silencio de los que se creen buenos y honrados.
Es urgente pedirle al Señor que nos conceda la osadía que necesitamos para
vivir y anunciar el evangelio.
Hay dos tipos de
sorderas en el mundo que nos rodea y que vivimos: Una, la que por sistema
rechaza todo lo que tenga referencia a la cuestión religiosa y, otra más, la
que escuchando la Palabra y afirmando que oye, a continuación, se vive como si nunca hubiera entendido nada.
- Señor Jesús, tú sabes
bien que esta sociedad te rechaza a ti y rechaza tu palabra. Abre tú nuestro
oído para que aceptemos tu mensaje. Y suelta nuestra lengua para que podamos
pregonar el “gozo del evangelio” y ser constructores de un mundo mejor. Amén.
“Todo lo ha hecho bien:
hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37)
1. ¿Qué significa que
también Jesús haga oír a los sordos, en un mundo en el que se cruzan miles de
mensajes contrapuestos?
2. ¿Por qué muchos católicos parecemos mudos, al no transmitir a los demás el mensaje del Evangelio?
3. ¿Qué puede hacer la
Iglesia para librar de la sordera y de la mudez a las gentes de nuestro tiempo?
4. ¿Y yo presto atención a los gestos con los que Jesús que se dirige a mí para decirme: “Ábrete”?
Colaboración de Andrés Pérez