Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

24 de octubre de 2024

EVANGELIO. DOMINGO 27-Octubre-2024(Marcos 10,46-52) - Reflexiones de Pagola

CEGUERA

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno empezó a gritar:

¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Jesús se detuvo y dijo:

Llamadlo.

Llamaron al ciego diciéndole:

¡Ánimo! Levántate, que te llama

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:

¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego le contestó:

Maestro, que pueda ver.

Jesús le dijo:

Anda, tu fe te ha curado.

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino (Marcos 10-46-52)

CURARNOS DE LA CEGUERA

¿Qué podemos hacer cuando la fe se va apagando en nuestro corazón? ¿Es posible reaccionar?

¿Podemos salir de la indiferencia?.

Vivimos a veces como <<ciegos>>, sin luz para mirar la vida como la miraba Jesús. <<Sentados>>, instalados en una religión convencional, sin fuerza para seguir sus pasos. Descaminados, <<al borde del camino>> que lleva Jesús, sin aceptarlo como guía de nuestra vida.

¿Qué podemos hacer? <<Ten compasión de mí>>.

Esto es siempre lo primero: abrirse a cualquier llamada o experiencia que nos invita a curar nuestra vida.

El ciego sigue en el suelo, lejos de Jesús, pero escucha atentamente lo que le dicen sus enviados:

<< ¡Ánimo!, levántate que te llama>>. Jesús lo está llamando. Esto lo cambia todo. Bartimeo da tres pasos que van a cambiar. <<Arroja el manto>>.

Es lo que necesitamos muchos de nosotros:

liberarnos de ataduras que agarrotan nuestra fe; tomar por fin una decisión sin dejarla para más tarde, y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva.

Cuando uno comienza a ver las cosas de manera nueva, su vida se transforma. Cuando una comunidad recibe luz de Jesús, se convierte.

SENTADOS JUNTO AL CAMINO

En sus comienzos, al cristianismo se le conocía como << el Camino>>. Más que entrar en una nueva religión, <<hacerse cristiano>> era encontrar el camino acertado de la vida, caminando tras las huellas de Jesús. Ser cristiano significa para ellos <<seguir>> a Cristo.

Hoy las cosas han cambiado. El cristianismo ha conocido durante estos veinte siglos un desarrollo doctrinal muy importante y ha generado una liturgia y un culto muy elaborados. Hace ya mucho tiempo que el cristianismo es considerado como una religión.

Hemos olvidado que ser cristianos es <<seguir>> a Jesucristo: movernos, dar pasos, caminar, construir nuestra vida siguiendo sus huellas. Nuestro cristianismo se queda a veces en una fe teórica e inoperante o en una práctica religiosa rutinaria. No transforma nuestra vida en seguimiento a Jesús.

Estamos ciegos y no vemos dónde está lo esencial de la fe cristiana. El episodio de la curación del ciego de Jericó es una invitación a salir de nuestra ceguera.

SALIR DE LA INSTALACIÓN

El relato nos descubrirá, sin embargo, que en este hombre hay todavía una fe capaz de salvarlo y de ponerlo de nuevo en el verdadero camino.

<<Recobró la vista y lo seguía por el camino>>.

Casi siempre hay un momento en la vida en que se hace penoso seguir caminando. Es más cómodo instalarnos en el conformismo. Pero entonces algo muere en nosotros. Ya no vivimos desde nuestro propio impulso creador. Es la moda, la comodidad o el <<sistema>> el que vive en nosotros. Hemos renunciado a crecer como personas.

Cuántos hombres y mujeres se instalan así en la mediocridad, renunciando a las aspiraciones más nobles y generosas que se despertaban en su corazón. No caminan. Su existencia queda paralizada.

¿Es posible reaccionar cuando uno se ha instalado en la rutina y la indiferencia? ¿Se puede uno liberar de esa vida <<programada>>

¿Qué hay que hacer?. Gritar a Dios: concentrar las energías que nos quedan para pedir a Dios, desde lo más hondo de nuestro ser, su luz y su gracia renovadoras.

El evangelio tiene fuerza para hacernos vivir una vida más intensa, verdadera y joven.

SENTIRNOS DE NUEVO VIVOS

Tener vida no significa necesariamente vivir. Para vivir es necesario amar la vida, despertar día a día de nuestra apatía, no hundirse en el sinsentido, no dejarnos arrastrar por fuerzas negativas.

Por eso, nuestra vida comienza a extinguirse en el momento en que pensamos que todo ha terminado para nosotros.

La civilización moderna nos abruma hoy con toda clase de recetas y técnicas para vivir mejor, estar siempre en forma y lograr un bienestar más seguro.

Tal vez lo primero es cuidar en nosotros el deseo de vivir. Otro error es replegarse sobre uno mismo y encerrarse en los propios problemas.

Solo vive intensamente el que sabe interesarse por la vida de los demás.

El relato nos dirá que dentro de este ciego hay todavía una fe que le hace reaccionar. Bartimeo percibe que Jesús no está lejos, y entonces pide a gritos su ayuda.

Dichosos los que creen, no porque un día fueron bautizados, sino porque han descubierto por experiencia que la fe hace vivir.

UN GRITO MOLESTO

Excluido de la vida, marginado por la gente, olvidado por los representantes de Dios, solo le queda pedir compasión a Jesús.

Los discípulos y seguidores se irritan. Aquel pobre molesta: Por eso <<muchos le regañaban para que se callara>>.

La reacción de Jesús es muy diferente. No puede seguir su camino ignorando el sufrimiento de aquel hombre. <<Se detiene>>, hace que todo el grupo se pare y les pide que llamen al ciego. Sus seguidores no pueden caminar tras él sin escuchar las llamadas de los que sufren.

La razón es sencilla. Lo dice Jesús de mil maneras, en parábolas, exhortaciones y dichos sueltos: el centro de la mirada y del corazón de Dios son los que sufren. No hay Iglesia de Jesús sin escuchar a los que sufren.

Están en nuestro camino. Los podemos encontrar en cualquier momento. Muy cerca de nosotros o más lejos. Piden ayuda y compasión.

La única postura cristiana es la de Jesús ante el ciego: <<¿Qué quieres que haga por ti>>. Esta debería ser la actitud de la Iglesia ante el mundo de los que sufren: ¿qué quieres que haga por ti?.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.