Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Declaración Universal de los DDHH, Artículo 1
Sobre todo a partir de Marx y Engels se habla mucho de lucha de clases para referirse a los esfuerzos de todo tipo que los grupos sociales más desfavorecidos hacían y hacen para mejorar su situación y poder llevar una vida humana digna. Para Marx y Engels esta lucha se apoyaba en el socialismo científico, y la idea de hacerla movidos por motivos éticos les parecía un idealismo pernicioso.
Ha pasado más de siglo y medio desde que Marx publicara su obra cumbre: El Capital. La lucha de clases se ha dado por todo el mundo y de formas muy diversas. Consiguió éxitos muy notables como la revolución rusa, pero no se pudieron mantener y Rusia volvió a la órbita capitalista. Hoy se oye muy poco hablar de lucha de clases, creo que sólo en los grupos más nostálgicos del viejo marxismo. Lo cual no quiere decir que entre las distintas clases sociales no existan unas diferencias abismales. No digamos entre los grandes multimillonarios y las masas empobrecidas del Tercer Mundo, sino entre las clases medias europeas y la gente que se juega la vida en un cayuco para llegar a hacer los trabajos menos apreciados y peor pagados de Europa.
¿Podemos aceptar tranquilamente esta situación de desigualdad sangrante? Desde luego los más ricos la aceptan con mucho gusto y les parece algo totalmente natural: cada uno tiene lo que es capaz de conseguir. Desde una posición de clase media, mucha gente la considera aceptable y se conforma con eso, su objetivo es situarse lo mejor posible dentro de sus circunstancias. Dentro del mundo del trabajo, cada vez más precario, naturalmente hay deseo de cambio, pero generalmente se trata de un cambio y una mejora individual, no se aspira ni se ve posible un cambio de sociedad. Buena parte de los grupos políticos de izquierda se limitan a luchar por una mejora de las condiciones de los trabajadores. Se aspira simplemente a un “capitalismo bueno”, algo totalmente quimérico, porque el capitalismo y la bondad son diametralmente opuestos. La idea de lucha de clases está prácticamente abandonada, por lo menos en el sentido de que busque una transformación profunda de la sociedad.
Pero desde el punto de
vista ético de ninguna manera se puede aceptar la situación actual. El
capitalismo es la negación radical de esa fraternidad que reclama la
Declaración de Derechos Humanos. Establece como fundamentos del comportamiento
humano el egoísmo individualista, la ambición y la competencia de todos contra
todos. En la lucha contra el capitalismo, esos motivos éticos que Marx
despreciaba son los fundamentales. Si queremos una sociedad donde se cumpla ese
primer artículo de la Declaración los Derechos Humanos, solo lo podremos conseguir
con una lucha ética, más que con una lucha de clases. Una batalla a librar por
todas las personas de cualquier situación social, pero que tengan un mínimo
sentido moral, un sentido ético que les impulse a luchar contra esta inhumana
sociedad de la desigualdad y la miseria para millones de seres humanos.