Eucaristía, resurrección de Jesús
La resurrección de
Jesús, tal como los cristianos la celebramos en la eucaristía, no es un simple
cambio en la evolución del judaísmo (o de las religiones de la humanidad), sino
una mutación radical, como Jesús lo había anunciado en su mensaje (sanaciones,
oración) y de un modo especial en la celebración de la Cena.
Una mutación implica un salto o ruptura en la línea de la evolución. A nivel de pura ley nada se crea ni destruye, todo se trasforma (eterno retorno). Pero, en un nivel de gracia, como el de Jesús, puede darse y se ha dado, a lo largo de la vida de Jesús y especialmente en su muerte. Esa mutación iniciada en su vida le llevo a la muerte (fue condenado y ajusticiado por lo que ella significada para el orden estableció del templo de Jerusalén y del imperio de Roma. Pero esa mutación de humanidad (de visión de la divinidad) no fue pura destrucción, sino principio de resurrección, tal como se celebra en la eucaristía de la iglesia.
Jesús no murió de un modo natural, por su condición humana, sino porque le mataron aquellos que tuvieron miedo de su “mutación”, esto es, de su “exceso” de vida en gratuidad y, más en concreto, de su forma de entender y proclamar (anunciar e iniciar) su programa de nueva humanidad, es decir, de reino. Su maestro, Juan Bautista, anunciaba y preparaba lo evidente: El cumplimiento de la justicia de Dios. Jesús, en cambio, proclamó y comenzó a realizar lo no evidente, diciendo que Dios supera el círculo de acción y reacción, de deseo y contra‒deseo que domina a los hombres.
X. Pikaza