AL FINAL VENDRÁ JESÚS
En aquel tiempo dijo
Jesús a sus discípulos:
En aquellos días, después
de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y
majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro
vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo.
Aprended lo que os enseña
la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que a primavera
está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a
la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes de que todo se
cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora
nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre (Marcos 13,
24-32).
AL FINAL VENDRÁ JESÚS
No se les hacía fácil a
los primeros cristianos perseverar fieles a Jesús: ¿cuándo llegaría a
implantarse el reino de Dios?, ¿cuándo dejarían de sufrir los pobres y desgraciados?,
¿no iban a terminar nunca los abusos e injusticias de los poderosos?: al final,
Jesús, el <<hombre Nuevo>>, dirá la última palabra.
Todos le verán venir
con <<gran poder y esplendo. Ya no habrá otros poderes ni imperios. Nadie
le hará sombra. Él lo iluminará todo poniendo verdad y justicia.
Se verá el valor último del amor. Se hará justicia a todas las víctimas inocentes: los muertos por desnutrición, los esclavos, los torturados, las maltratadas por el varón, los excluidos de la vida, los ignorados por todos.
Entonces se verá que la
manera más humana de vivir es trabajar por un mundo más humano. Esta vida, a
veces tan cruel e injusta, pasará. Las <<palabras>> de Jesús no.
CONVICCIONES CRISTIANAS
Poco a poco iban muriendo
los discípulos que habían conocido a Jesús. Los que quedaban creían en él sin haberlo
visto. Celebraban su presencia invisible en la eucaristía.
Primera convicción: la
historia apasionante de la humanidad llegará un día a su fin. El
<<sol>> que señala la sucesión de los años, se apagará. La
<<luna>> que marca el ritmo de los meses, ya no brillará. No habrá
días y noches, no habrá tiempo. Además, <<las estrellas caerán del
cielo>>, la distancia entre el cielo y la tierra se borrará, ya no habrá
espacio. Esta vida no es para siempre. Un día llegará la Vida definitiva, sin
espacio ni tiempo. Viviremos en el Misterio de Dios.
Segunda convicción:
Jesús volverá y sus seguidores podrán ver por fin su rostro deseado:
<<Verán venir al Hijo del hombre>>. El sol, la luna y los astros se
apagarán, pero el mundo no se quedará sin luz. Será Jesús quién lo iluminará
para siempre poniendo verdad, justicia y paz en la historia humana, tan esclava
hoy de abusos, injusticias y mentiras.
Tercera convicción:
Jesús traerá consigo la salvación de Dios. Llega con el poder grande y salvador
del Padre. No se presenta con aspecto amenazador. El evangelista evita hablar
aquí de juicios y condenas. Jesús viene a <<reunir a sus elegidos>>,
los que esperan con fe su salvación.
Cuarta convicción: las palabras de Jesús <<no pasará>>.No perderán su fuerza salvadora. Han de seguir alimentando la esperanza de sus seguidores y el aliento de los pobres. No caminamos hacia la nada y el vacío. Jesús nos saldrá al encuentro. Nos espera el abrazo con Dios, el Padre bueno.
LAS PALABRAS DE JESÚS NO PASARÁN
Otras veces nos defendemos
de nuestro <<vacío de esperanza>> sumergiéndonos en la actividad.
No soportamos estar sin hacer nada. Necesitamos estar ocupados en algo para no
enfrentarnos a nuestro futuro.
Pero la pregunta es
inevitable: ¿qué nos espera después de tantos esfuerzos, luchas, ilusiones y
sinsabores? ¿No tenemos otro objetivo sino producir cada vez más, disfrutar
cada vez mejor lo producido y consumir más y más, hasta ser consumidos por
nuestra propia caducidad.
El ser humano necesita
una esperanza para vivir. Una esperanza que no debe confundirse tampoco con una
espera pasiva, que solo es, con frecuencia, <<una forma disfrazada de desesperanza
e impotencia>> (Erich Fromm).
El hombre necesita en su corazón una esperanza que se mantenga viva. Los cristianos encontramos esta esperanza en Jesucristo y en sus palabras, que <<no pasarán>>. No esperamos algo ilusorio. Nuestra esperanza se apoya en el hecho inconmovible de la resurrección de Jesús. Desde Cristo resucitado nos atrevemos a ver la vida presente en <<estado de gestación>> como germen de una vida que alcanzará su plenitud final en Dios.
PLANTEARNOS LAS GRANDES CUESTIONES
Al hombre contemporáneo
no le atemorizan ya los discursos apocalípticos sobre <<el fin del mundo>>.
Lo que le preocupa es la <<crisis ecológica>>. Hoy, <<progreso>>
no es una palabra de esperanza como lo fue el siglo pasado, pues se teme cada
vez más que el progreso termine sirviendo no ya a la vida, sino a la muerte.
Para detener el <<desastre>>
es urgente cambiar de rumbo. No basta sustituir las tecnologías <<sucias>>
por otras más <<limpias>> o la industrialización <<salvaje>>
por otra más <<civilizada>>. Son necesarios cambios profundos en
los intereses que hoy dirigen el desarrollo y el progreso de las tecnologías.
Aquí comienza el drama del hombre moderno. Las sociedades no se muestran capaces de introducir cambios decisivos en sus sistemas de valores y de sentido. Los intereses económicos inmediatos son más fuertes que cualquier otro planteamiento. Es mejor desdramatizar la crisis, descalificar a <<los cuatro ecologistas exaltados>> y favorecer la indiferencia.
AL FINAL COMIENZA LA VERDADERA VIDA
El fin del mundo no es un mito del pasado, sino un horizonte que sigue fascinando o estremeciendo al hombre de hoy. En el fondo siguen vivas las visiones apocalípticas de origen judío sobre el final de la historia, como una catástrofe cósmica en la que el mundo es destruido, aunque han sido sustituidas, en parte, por los temores modernos a una conflagración mundial o a un desastre ecológico universal. Todas estas fantasías son muy apocalípticas, pero no son cristianas. Lo cristiano no es la destrucción y el final de la vida, sino la creación nueva del universo y el comienzo de la verdadera vida. Lo propio de la esperanza cristiana es la nueva creación, el nuevo comienzo de Dios. Esta es la afirmación central del libro cristiano del Apocalipsis: <<He aquí que hago nuevas todas las cosas>> (Apocalipsis 21,5).
Al final está Dios. No
cualquier Dios, sino el Dios revelado en Jesucristo. Un Dios que quiere la
vida, la dignidad y la dicha plena del ser humano. Todo queda en sus manos. Él tiene
la última palabra. Un día cesarán los llantos y el terror, y reinará la paz y
el amor. Dios creará <<unos cielos nuevos y una tierra nueva en la que
habite la justicia>>2Pedro 3,13). Esta es la firme esperanza del cristiano
arraigada en la promesa de Jesús<<El cielo y la tierra pasarán, mis
palabras no pasarán>>.
José Antonio Pagola
Colaboracion de Juan Garcia de Paredes.