El filósofo Kant decía
que la amistad es como un cisne negro. Así como los cisnes negros no son
comunes, los buenos amigos escasean. Quizás esto sea cierto. Pero para tener
amigos hay que saber ser amigo. Mi sobrina me cuenta que no es fácil encontrar un
buen amigo. Y me recuerda que es mucho más cómodo comentar las jugadas de los equipos
de futbol, los temas políticos o financieros, que escuchar algo valioso sobre
la amistad.
Y es que sobre la
amistad se han dicho cosas estupendas. Otra cosa es ponerlas en práctica. Para
Horacio, su amigo era la mitad de su
alma. San Agustín decía que la amistad es
lo único que nos puede consolar en este mundo. Ortega y Gasset decía que una amistad cuidada, como se cuida una obra
de arte, es la cima del Universo…
Jesucristo, como
muestra suprema de cariño para sus apóstoles, los llamó sus amigos, porque les
contaba todo lo que sabía sobre su Padre.
Por eso me atrevo a
decir que, para ser buen amigo, hay que colocar la amistad en el primer lugar
de la escala de valores. Que la amistad está
más en dar que en recibir. Que limita al norte con el respeto y al sur con el
estímulo. Al este con el cariño y al
oeste con el perdón. Que la amistad no es un cisne negro que no abunda.
Es ese hermano o hermana que hemos podido elegir a nuestro gusto. Porque como decía Lacordaire: La amistad es el más perfecto de los sentimientos del hombre, pues es el más libre, el más puro y el más profundo.
Palabras para el
silencio
Colaboración de Juan García de Paredes.