CARTA ENCÍCLICA DILEXIT NOS DEL SANTO
PADRE FRANCISCO SOBRE
EL AMOR HUMANO Y DIVINO DEL CORAZÓN DE JESUCRISTO
PARTE II
AMOR QUE DA DE BEBER
Volvamos a las Sagradas
Escrituras, a los textos inspirados que son el principal lugar donde
encontramos la Revelación. En ellas y en la Tradición viva de la Iglesia está
lo que el mismo Señor ha querido decirnos para toda la historia. A partir de la
lectura de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, recogeremos algunos
efectos de la Palabra en el largo camino espiritual del Pueblo de Dios.
SED DEL AMOR DE DIOS
La Biblia muestra que
al pueblo que había caminado por el desierto y que esperaba la liberación, se
le anunciaba una abundancia de agua vivificante:
<<Sacarán agua
con alegría de las fuentes de la salvación>> (Is 12,3). Los anuncios
mesiánicos fueron tomando la forma de un manantial de agua purificadora:
<<Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados (….) pondré
en ustedes un espíritu nuevo>> (Ez 36,25-26).
El anuncio de la
llegada del tiempo mesiánico se presentaba como una fuente abierta para el
pueblo: <<Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de
Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí (…) al
que ellos traspasaron (…). Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de
David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la
impureza>> (Zc12,10; 13,1).
Recorriendo el
Evangelio de Juan vemos como aquella profecía se veía plasmada en Cristo.
Contemplamos su costado abierto, de donde brotó el agua del Espíritu: <<Uno
de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre
y agua>> (Jn 19,34).
Advertimos que el mismo
Evangelio anunciaba ese momento sagrado, precisamente <<el último día, el
más solemne de la fiesta>> de las Tiendas(Jn 7,37). Para ello debía
llegar su “hora”, porque Jesús <<aún no había sido glorificado>> (Jn
7,39).Todo se cumplió en la fuente desbordante de la Cruz.
En el libro del
Apocalipsis reaparecen tanto el Traspasado: <<todos lo verán, aún
aquellos que lo habían traspasado>> (Ap 1,7), como la fuente abierta:
<<Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del
agua de la vida>> (Ap22,17).
San Agustín abrió el
camino a la devoción al Sagrado Corazón como lugar de encuentro personal con el
Señor. Es decir, para él el pecho de Cristo no es solamente la fuente de la
gracia y de los sacramentos, sino que lo personaliza, presentándolo como
símbolo de la unión íntima con Cristo, como lugar de un encuentro de amor. Allí
está el origen de la sabiduría más preciosa, que es conocer a él. En efecto,
Agustín escribe que Juan, el amado, cuando en la última cena apoyó su cabeza
sobre el pecho de Jesús, se reclinó sobre el santuario de la sabiduría.
SAN FRANCISCO DE SALES
En los tiempos modernos
cabe destacar el aporte de san Francisco de Sales. Él contemplaba
frecuentemente el Corazón abierto de Cristo, que invita a habitar en su
interior en una relación personal de amor donde se iluminan los misterios de la
vida.
<<Este corazón
muy adorable y muy amable de Nuestro Maestro ardiendo del amor que nos profesa,
corazón en el que vemos todos nuestros nombres escritos (….).
Ciertamente es asunto
de grandísimo consuelo que seamos amados tan entrañablemente por Nuestro Señor
que nos lleva siempre en su corazón>>
<< ¡Qué hermoso
es este Cielo ahora que el Salvador es su sol y el pecho de él una fuente de
amor de la cual los bienaventurados beben según su deseo!>>.
UNA NUEVA DECLARACIÓN
DE AMOR
Bajo el sano influjo de
esta espiritualidad salesa los acontecimientos de Paray- le-Monial tuvieron
lugar a finales del siglo XVII. Santa margarita Maria Alacoque narró
importantes apariciones entre finales de diciembre de 1673 y junio de 1675.
Lo fundamental es una
declaración de amor que se destaca en la primera gran aparición.
Jesús dice: <<Mi
divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en
particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su caridad
ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio, y manifestarse a todos para
enriquecerlos con los preciosos tesoros, que te descubro>>.
Santa Margarita María
resume todo de una manera potente y fervorosa: <<Me descubrió todas las
maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado, que
hasta entonces me había tenido siempre ocultos. Aquí me los descubrió por vez
primera; pero de un modo tan operativo y sensible, que, a juzgar por los
efectos producidos en mí por esta gracia, no me deja motivo alguno de
duda>>.
En las siguientes
manifestaciones se reafirma la hermosura de este mensaje: <<Me descubrió
las maravillas inexplicables de su amor puro, y el exceso, a que le había
conducido el amar a los hombres.
SAN CLAUDIO DE LA
COLOMBIÉRE
Cuando san Claudio de
la Colombiére conoció las experiencias de santa Margarita, inmediatamente se
convirtió en su defensor y divulgador. Él tuvo un papel especial en la
comprensión y en la difusión de esta devoción al Sagrado Corazón, pero también
en su interpretación a la luz del Evangelio.
<<Estoy tan
convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que
no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he
determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti
de todas mis solicitudes (….). No por eso perderé la esperanza; antes la
conservaré hasta el postrer suspiro de mi vida y vanos serán los esfuerzos de
todos los demonios del infierno por arrancármela (….).
SAN CARLOS DE FOUCAULD
Y SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS
San Carlos de Foucauld
y santa Teresa del Niño Jesús, sin pretenderlo han reconfigurado algunos
elementos de la devoción al Corazón de Cristo, ayudándonos a entenderla de un
modo todavía más fiel al Evangelio.
El 17 de mayo de 1906,
el mismo día en que fray Carlos, solo, ya no puede celebrar la misa, escribe
que promete <<dejar vivir en mí el corazón de Jesús para que ya no sea yo
quien viva, sino el corazón de Jesús quien viva en mí, como vivía en
Nazaret>>.
Su amistad con Jesús,
corazón a corazón, no tenía nada de un devocionalismo intimista.
Era la raíz de esa vida
despojada de Nazaret con la cual Carlos quería imitar a Cristo y configurarse
con él. Aquella tierna devoción al Corazón de Cristo tuvo consecuencias muy
concretas en su estilo de vida y su Nazaret se alimentaba de esa relación tan
personal con el Corazón de Cristo.
Santa Teresa del Niño
Jesús
Al igual que san Carlos
de Foucauld, santa Teresa del Niño Jesús respiró la enorme devoción que
inundaba Francia en el siglo XIX.
Cuando tenía quince
años encontró un modo de resumir su relación con Jesús: <<Aquel cuyo
corazón late al unísono con el mío>>. Dos años después, cuando le
hablaban de un Corazón coronado de espinas, ella agregaba en una carta:
<<Tú bien sabes que yo no veo al Sagrado Corazón como todo el mundo. Yo
pienso que el corazón de mi Esposo es solo para mí, como el mío es solo para
él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la
espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara>>.
Así escribe a su
hermana Leonia: <<Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas.
Él se conforma con una mirada, con un suspiro de amor…Y creo que la perfección
es algo muy fácil de practicar, pues he comprendido que lo único que hay que
hacer es ganar a Jesús por el corazón…. Fíjate en un niñito que acaba de
disgustar a su madre (…) si va a tenderle sus bracitos sonriendo y diciéndole:
“Dame un beso, no lo volveré a hacer”, ¿no lo estrechará su madre tiernamente
contra su corazón, y olvidará sus travesuras infantiles…?
Sin embargo, ella sabe
muy bien que su pequeño volverá a las andadas en la primera ocasión; pero no
importa: si vuelve a ganarla otra vez por el corazón, nunca será
castigado>>.
<<Mi camino es
todo él de confianza y de amor, y no comprendo a las almas que tienen miedo de
tan tierno amigo. Veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse como
un niño en los brazos de Dios>>.
RESONANCIAS EN LA
COMPAÑÍA DE JESÚS
La espiritualidad de la
Compañía de Jesús siempre propuso un <<conocimiento interno del Señor(….)
para que más le ame y le siga>>. San Ignacio nos invita en sus Ejercicios
espirituales a situarnos frente al Evangelio, que nos narra que Jesús <<herido
con la lanza su costado, manó agua y sangre>>. Cuando el ejercitante
queda frente al costado herido de Cristo, Ignacio le propone entrar en el
Corazón de Cristo. Este es un camino para madurar el propio corazón de la mano
de un “maestro de los afectos”, según la expresión que san Pedro Fabro usaba en
una de sus cartas a san Ignacio.
San Ignacio finaliza
las contemplaciones al pie del Crucificado, invitando al ejercitante a
dirigirse con mucho afecto al Señor crucificado y a preguntarle <<como un
amigo habla a otro, o un siervo a su señor>> qué debería hacer por él.
El itinerario de los Ejercicios culmina en la “Contemplación para alcanzar Amor” de la que brota el agradecimiento y la ofrenda de “la memoria, el entendimiento y la voluntad” al Corazón que es fuente y origen de todo bien. Tal conocimiento interior del Señor no se construye con nuestras luces y esfuerzos, se pide como don.
Cuando san Juan Pablo
II invitó << a todos los miembros de la Compañía a que promuevan con
mayor celo aún esta devoción que corresponde más que nunca a las esperanzas de
nuestro tiempo>> lo hizo porque reconocía los íntimos lazos que hay entre
la devoción al Corazón de Cristo y la espiritualidad ignaciana, ya que el deseo
de <<conocer íntimamente al Señor>> y de <<mantener un
diálogo>> con él, corazón a corazón, <<es característico gracias a
los ejercicios espirituales, del dinamismo espiritual y apostólico ignaciano, todo
él al servicio del amor del Corazón de Dios>>.
<<El Fundador
(san Daniel Comboni) ha encontrado en el misterio del Corazón de Jesús la
fuerza para su compromiso misionero>>. <<Impulsadas por el amor del
Corazón de Jesús, buscamos el crecimiento de las personas en su dignidad humana
y como hijos e hijas de Dios, a partir del Evangelio y de sus exigencias de
amor, de perdón, de justicia y de solidaridad con los pobres y
marginados>>. Del mismo modo, los santuarios consagrados al Corazón de Cristo,
esparcidos por el mundo, son un cautivante manantial de espiritualidad y de
fervor. A todos los que de alguna manera participan de estos espacios de fe y
caridad les hago llegar mi paternal bendición.
Con Él en la Cruz, vale
la pena rescatar esa expresión de la experiencia espiritual desarrollada en
torno al Corazón de Cristo: el deseo interior de darle un consuelo.
El Papa Pío XI intentó
fundamentarlo invitándonos a reconocer que el misterio de la redención por la
pasión de Cristo salta por la gracia de Dios todas las distancias del tiempo y
del espacio, de modo que si él en la Cruz se entregaba también por los pecados
futuros, los nuestros, de la misma manera nuestros actos ofrecidos hoy para su
consuelo, traspasando los tiempos, llegaron a su Corazón herido: <<Que si
a causa también de nuestros pecados futuros, pero previstos, el alma de Cristo
Jesús estuvo triste hasta la muerte, sin duda algún consuelo recibiría de
nuestra reparación también futura, pero prevista, cuando el ángel del
cielo(Lc22,43) se le apareció para consolar su Corazón oprimido de tristeza y
angustias. Así, aún podemos y debemos consolar aquel Corazón sacratísimo, incesantemente
ofendido por los pecados y la ingratitud de los hombres, por este modo admirable,
pero verdadero>>
LA COMPUNCIÓN
El inevitable deseo de
consolar a Cristo, que parte del dolor de contemplar lo que sufrió por
nosotros, se alimenta también en el reconocimiento sincero de nuestras
esclavitudes, los apegos, las faltas de alegría en la fe, las búsquedas vanas,
y, más allá de los pecados concretos, la no correspondencia del corazón a su
amor y a su proyecto.
Es una experiencia que
nos purifica, porque el amor necesita la purificación de las lágrimas que al
final nos dejan más sed de Dios y menos obsesión por nosotros mismos.
Por consiguiente, ruego
que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel
de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo.
Porque al mismo tiempo
que el Corazón de Cristo nos lleva al Padre, nos envía a los hermanos. En los
frutos de servicio, fraternidad y misión que el Corazón de Cristo produce a
través de nosotros se cumple la voluntad del Padre. De este modo se cierra el
círculo: <<La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto
abundante>> (Jn 15,8).
PROLONGAR SU AMOR EN
LOS HERMANOS
Necesitamos volver a la
Palabra de Dios para reconocer que la mejor respuesta al amor de su Corazón es
el amor a los hermanos, no hay mayor gesto que podamos ofrecerle para devolver
amor por amor. La Palabra de Dios lo dice con total claridad:
<<Les aseguro que
cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo>> (Mt 25,40).
<<Toda la Ley
está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo>> (Ga 5,14).
<< Nosotros
sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros
hermanos. El que no ama permanece en la muerte>> (1 Jn 3,14 ).
<<¿Cómo puede
amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? >>
(Jn 4,20).
La invitación de san
Pablo era más precisamente: << Tengan entre ustedes los mismos sentimientos
de Cristo Jesús >> (Flp 2,5).
Identificándose con los
más pequeños de la sociedad (cf. Mt 25,31-46), <<Jesús aportó la gran
novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y sobre
todo, de aquellas personas que eran calificadas de “indignas”. Este nuevo
principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de
respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de
perder la propia “figura” humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a
instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los neonatos
abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales,
personas con enfermedades incurables o graves malformaciones y aquellos que
viven en la calle>>.
Aun desde el punto de
vista de la herida de su Corazón, la mirada dirigida al Señor, que <<tomó
nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades>> (Mt 8,17),
nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás,
nos hace fuertes para participar en su obra de liberación, como instrumentos
para la difusión de su amor. Si contemplamos la entrega de Cristo por todos, se
nos vuelve inevitable preguntarnos por qué no somos capaces de dar la vida por
los demás: <<En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida
por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros
hermanos >> (1Jn 3,16).
En el seno de la
Iglesia, la mediación de María, intercesora y madre, solo se entiende <<como
una participación de esta única fuente que es la mediación de Cristo
mismo>>.
La devoción al corazón
de María no pretende debilitar la única adoración debida al Corazón de Cristo,
sino estimularla: <<La misión maternal de María para con los hombres no
oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien
sirve para demostrar su poder>>.
Gracias al inmenso
manantial que mana del costado abierto de Cristo, la Iglesia, María y todos los
creyentes, de diferentes maneras, se convierten en canales de agua viva. Así
Cristo mismo despliega su gloria en nuestra pequeñez.
Fraternidad y mística
San Bernardo, al mismo
tiempo que invitaba a la unión con el Corazón de Cristo, aprovechaba la riqueza
de esta devoción para proponer un cambio de vida fundado en el amor. Sea el
Señor Jesús para tu afecto un objeto de dulzura, a fin de destruir la dulzura
criminal de los placeres de la vida carnal: una dulzura supere a la otra, como
un clavo expulsa a otro clavo.
San Francisco de Sales
se dejaba iluminar especialmente por el pedido de Jesús: <<Aprendan de
mí, porque soy paciente y humilde de corazón>> (Mt 11,29)
LA REPARACIÓN: UNA
PROLONGACIÓN PARA EL CORAZÓN DE CRISTO
Nuestra cooperación
puede permitir que el poder y el amor de Dios se difundan en nuestras vidas y
en el mundo, y el rechazo o la indiferencia pueden impedirlo.
Aunque no sea posible
hablar de un nuevo sufrimiento del Cristo glorioso, <<el misterio pascual
de Cristo (….) y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los
hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en
ellos se mantiene permanentemente presente>>. De ese modo, podemos decir
que él mismo ha aceptado limitar la gloria expansiva de su resurrección,
contener la difusión de su inmenso y ardiente amor para dejar lugar a nuestra
libre cooperación con su Corazón. Esto es tan real que nuestro rechazo lo
detiene en ese impulso donativo, así como nuestra confianza y la ofrenda de nosotros
mismos abre un espacio, ofrece un canal libre de obstáculos al derramamiento de
su amor.
ENAMORAR AL MUNDO
La propuesta cristiana
es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integridad; no como un
simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ¿Qué culto
sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés
por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor? ¿Acaso podrá agradar al
corazón que tanto amó que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin
consecuencias fraternas y sociales?
San Juan Pablo II,
además de hablar de la dimensión social de la devoción al Corazón de Cristo, se
refirió a <<la reparación, que es cooperación apostólica a la salvación
del mundo>>.
Lo enseñaba muy bien
san Vicente de Paúl cuando invitaba a sus discípulos a pedir al Señor <<ese
corazón, ese corazón que nos hace ir a cualquier parte, ese corazón del Hijo de
Dios, el corazón de nuestro Señor, que nos dispone a ir como él iría(…) y nos
envía a nosotros como a ellos(los apóstoles), para llevar a todas parte su
fuego>>.
San Pablo VI,
dirigiéndose a las congregaciones que propagaban la devoción al Sagrado Corazón,
recordaba que << el ardor pastoral y misionero se inflama principalmente
en los sacerdotes y en los fieles, para trabajar por la gloria divina, cuando
mirando el ejemplo de aquella inmensa caridad que nos mostró Cristo, consagran
todo su esfuerzo a comunicar a todos los inagotables tesoros de Cristo>>.
Cristo te pide que, sin
descuidar la prudencia y el respeto, no tengas vergüenza de reconocer tu
amistad con él. Te pide que te atrevas a contar a los otros que te hace bien
haberlo encontrado: <<Al que me reconozca abiertamente ante los hombres,
yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo>> (Mt 10,32).
En comunión de servicio
Es un amor que se
vuelve servicio comunitario. No me canso de recordar que Jesús lo dijo con gran
claridad: <<Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
lo hicieron conmigo>> (Mt25,40). Él te propone que lo encuentres también
allí, en cada hermano y en cada hermana, especialmente en los más pobres, despreciados
y abandonados de la sociedad. ¡Qué hermoso encuentro!
Por lo tanto, si nos
dedicamos a ayudar a alguien eso no significa que nos olvidemos de Jesús. Al
contrario, lo encontramos a él de otra manera. Y cuando intentamos levantar y
curar a alguien, Jesús está ahí codo a codo con nosotros. De hecho, es bueno
recordar que cuando envió a sus discípulos a la misión <<el Señor los
asistía>> (Mc 16,20).
Él te envía a derramar
el bien y te impulsa por dentro. Para eso te llama con una vocación: harás el
bien como médico, como madre, como docente, como sacerdote. Donde sea podrás
sentir que él te llama y te envía a vivir esa misión en la tierra. Él mismo nos
dice: <<Yo los envío >> (Lc10,3). Entonces mejor déjate enviar,
déjate conducir por él adonde él quiera. No olvides que él va contigo. No es
que te lanza al abismo y te deja abandonado a tus propias fuerzas. Él te
impulsa y va contigo. Él lo prometió y lo cumple: <<Yo estoy con ustedes
hasta el fin del mundo>> (Mt 28,20).
De alguna manera tienes
que ser misionero, como lo fueron los apóstoles de Jesús y los primeros
discípulos, que salieron a anunciar el amor de Dios, salieron a contar que
Cristo está vivo y que vale la pena conocerlo. Santa Teresa del Niño Jesús lo
vivía como parte inseparable de su ofrenda al Amor misericordioso: <<Quería
dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de
almas>>. Esa también es tu misión.
No importa si puedes
ver algún resultado, eso déjaselo al Señor que trabaja en lo secreto de los
corazones, pero no dejes de vivir la alegría de intentar comunicar el amor de
Cristo a los demás.
CONCLUSIÓN
Lo expresado en este
documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales “
Laudato si “ y “ Fratelli tutti “ no es ajeno a nuestro encuentro con el amor
de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos
fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos
nuestra casa común.
Hoy todo se compra y se
paga y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se
consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y
distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá
de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas. El amor de Cristo está fuera de
ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay
lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y
reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto
definitivamente.
La Iglesia también lo
necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas,
obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de
todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que
libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades. De la herida
del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa,
que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible
una humanidad nueva.
Pido al Señor
Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua
viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de
amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia
un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente
unidos el banquete del Reino celestial.
Allí estará Cristo
resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota
incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea.
Dado en Roma, junto a San
Pedro, el 24 de octubre del año 2024, décimo segundo de mi Pontificado.