Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

29 de enero de 2025

CARTA ENCÍCLICA DILEXIT NOS

 CARTA ENCÍCLICA DILEXIT NOS DEL SANTO

PADRE FRANCISCO SOBRE EL AMOR HUMANO Y DIVINO DEL CORAZÓN DE JESUCRISTO


PARTE II

AMOR QUE DA DE BEBER

Volvamos a las Sagradas Escrituras, a los textos inspirados que son el principal lugar donde encontramos la Revelación. En ellas y en la Tradición viva de la Iglesia está lo que el mismo Señor ha querido decirnos para toda la historia. A partir de la lectura de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, recogeremos algunos efectos de la Palabra en el largo camino espiritual del Pueblo de Dios.

SED DEL AMOR DE DIOS

La Biblia muestra que al pueblo que había caminado por el desierto y que esperaba la liberación, se le anunciaba una abundancia de agua vivificante:

<<Sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación>> (Is 12,3). Los anuncios mesiánicos fueron tomando la forma de un manantial de agua purificadora: <<Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados (….) pondré en ustedes un espíritu nuevo>> (Ez 36,25-26).

El anuncio de la llegada del tiempo mesiánico se presentaba como una fuente abierta para el pueblo: <<Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí (…) al que ellos traspasaron (…). Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza>> (Zc12,10; 13,1).

Recorriendo el Evangelio de Juan vemos como aquella profecía se veía plasmada en Cristo. Contemplamos su costado abierto, de donde brotó el agua del Espíritu: <<Uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua>> (Jn 19,34).

Advertimos que el mismo Evangelio anunciaba ese momento sagrado, precisamente <<el último día, el más solemne de la fiesta>> de las Tiendas(Jn 7,37). Para ello debía llegar su “hora”, porque Jesús <<aún no había sido glorificado>> (Jn 7,39).Todo se cumplió en la fuente desbordante de la Cruz.

En el libro del Apocalipsis reaparecen tanto el Traspasado: <<todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado>> (Ap 1,7), como la fuente abierta: <<Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida>> (Ap22,17).

San Agustín abrió el camino a la devoción al Sagrado Corazón como lugar de encuentro personal con el Señor. Es decir, para él el pecho de Cristo no es solamente la fuente de la gracia y de los sacramentos, sino que lo personaliza, presentándolo como símbolo de la unión íntima con Cristo, como lugar de un encuentro de amor. Allí está el origen de la sabiduría más preciosa, que es conocer a él. En efecto, Agustín escribe que Juan, el amado, cuando en la última cena apoyó su cabeza sobre el pecho de Jesús, se reclinó sobre el santuario de la sabiduría.

SAN FRANCISCO DE SALES

En los tiempos modernos cabe destacar el aporte de san Francisco de Sales. Él contemplaba frecuentemente el Corazón abierto de Cristo, que invita a habitar en su interior en una relación personal de amor donde se iluminan los misterios de la vida.

<<Este corazón muy adorable y muy amable de Nuestro Maestro ardiendo del amor que nos profesa, corazón en el que vemos todos nuestros nombres escritos (….).

Ciertamente es asunto de grandísimo consuelo que seamos amados tan entrañablemente por Nuestro Señor que nos lleva siempre en su corazón>>

<< ¡Qué hermoso es este Cielo ahora que el Salvador es su sol y el pecho de él una fuente de amor de la cual los bienaventurados beben según su deseo!>>.

UNA NUEVA DECLARACIÓN DE AMOR

Bajo el sano influjo de esta espiritualidad salesa los acontecimientos de Paray- le-Monial tuvieron lugar a finales del siglo XVII. Santa margarita Maria Alacoque narró importantes apariciones entre finales de diciembre de 1673 y junio de 1675.

Lo fundamental es una declaración de amor que se destaca en la primera gran aparición.

Jesús dice: <<Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio, y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros, que te descubro>>.

Santa Margarita María resume todo de una manera potente y fervorosa: <<Me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado, que hasta entonces me había tenido siempre ocultos. Aquí me los descubrió por vez primera; pero de un modo tan operativo y sensible, que, a juzgar por los efectos producidos en mí por esta gracia, no me deja motivo alguno de duda>>.

En las siguientes manifestaciones se reafirma la hermosura de este mensaje: <<Me descubrió las maravillas inexplicables de su amor puro, y el exceso, a que le había conducido el amar a los hombres.

SAN CLAUDIO DE LA COLOMBIÉRE

Cuando san Claudio de la Colombiére conoció las experiencias de santa Margarita, inmediatamente se convirtió en su defensor y divulgador. Él tuvo un papel especial en la comprensión y en la difusión de esta devoción al Sagrado Corazón, pero también en su interpretación a la luz del Evangelio.

<<Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti de todas mis solicitudes (….). No por eso perderé la esperanza; antes la conservaré hasta el postrer suspiro de mi vida y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios del infierno por arrancármela (….).

SAN CARLOS DE FOUCAULD Y SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

San Carlos de Foucauld y santa Teresa del Niño Jesús, sin pretenderlo han reconfigurado algunos elementos de la devoción al Corazón de Cristo, ayudándonos a entenderla de un modo todavía más fiel al Evangelio.

El 17 de mayo de 1906, el mismo día en que fray Carlos, solo, ya no puede celebrar la misa, escribe que promete <<dejar vivir en mí el corazón de Jesús para que ya no sea yo quien viva, sino el corazón de Jesús quien viva en mí, como vivía en Nazaret>>.

Su amistad con Jesús, corazón a corazón, no tenía nada de un devocionalismo intimista.

Era la raíz de esa vida despojada de Nazaret con la cual Carlos quería imitar a Cristo y configurarse con él. Aquella tierna devoción al Corazón de Cristo tuvo consecuencias muy concretas en su estilo de vida y su Nazaret se alimentaba de esa relación tan personal con el Corazón de Cristo.

Santa Teresa del Niño Jesús

Al igual que san Carlos de Foucauld, santa Teresa del Niño Jesús respiró la enorme devoción que inundaba Francia en el siglo XIX.

Cuando tenía quince años encontró un modo de resumir su relación con Jesús: <<Aquel cuyo corazón late al unísono con el mío>>. Dos años después, cuando le hablaban de un Corazón coronado de espinas, ella agregaba en una carta: <<Tú bien sabes que yo no veo al Sagrado Corazón como todo el mundo. Yo pienso que el corazón de mi Esposo es solo para mí, como el mío es solo para él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara>>.

Así escribe a su hermana Leonia: <<Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas. Él se conforma con una mirada, con un suspiro de amor…Y creo que la perfección es algo muy fácil de practicar, pues he comprendido que lo único que hay que hacer es ganar a Jesús por el corazón…. Fíjate en un niñito que acaba de disgustar a su madre (…) si va a tenderle sus bracitos sonriendo y diciéndole: “Dame un beso, no lo volveré a hacer”, ¿no lo estrechará su madre tiernamente contra su corazón, y olvidará sus travesuras infantiles…?

Sin embargo, ella sabe muy bien que su pequeño volverá a las andadas en la primera ocasión; pero no importa: si vuelve a ganarla otra vez por el corazón, nunca será castigado>>.

<<Mi camino es todo él de confianza y de amor, y no comprendo a las almas que tienen miedo de tan tierno amigo. Veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos de Dios>>.

RESONANCIAS EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS

La espiritualidad de la Compañía de Jesús siempre propuso un <<conocimiento interno del Señor(….) para que más le ame y le siga>>. San Ignacio nos invita en sus Ejercicios espirituales a situarnos frente al Evangelio, que nos narra que Jesús <<herido con la lanza su costado, manó agua y sangre>>. Cuando el ejercitante queda frente al costado herido de Cristo, Ignacio le propone entrar en el Corazón de Cristo. Este es un camino para madurar el propio corazón de la mano de un “maestro de los afectos”, según la expresión que san Pedro Fabro usaba en una de sus cartas a san Ignacio.

San Ignacio finaliza las contemplaciones al pie del Crucificado, invitando al ejercitante a dirigirse con mucho afecto al Señor crucificado y a preguntarle <<como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor>> qué debería hacer por él.

El itinerario de los Ejercicios culmina en la “Contemplación para alcanzar Amor” de la que brota el agradecimiento y la ofrenda de “la memoria, el entendimiento y la voluntad” al Corazón que es fuente y origen de todo bien. Tal conocimiento interior del Señor no se construye con nuestras luces y esfuerzos, se pide como don.

Cuando san Juan Pablo II invitó << a todos los miembros de la Compañía a que promuevan con mayor celo aún esta devoción que corresponde más que nunca a las esperanzas de nuestro tiempo>> lo hizo porque reconocía los íntimos lazos que hay entre la devoción al Corazón de Cristo y la espiritualidad ignaciana, ya que el deseo de <<conocer íntimamente al Señor>> y de <<mantener un diálogo>> con él, corazón a corazón, <<es característico gracias a los ejercicios espirituales, del dinamismo espiritual y apostólico ignaciano, todo él al servicio del amor del Corazón de Dios>>.

<<El Fundador (san Daniel Comboni) ha encontrado en el misterio del Corazón de Jesús la fuerza para su compromiso misionero>>. <<Impulsadas por el amor del Corazón de Jesús, buscamos el crecimiento de las personas en su dignidad humana y como hijos e hijas de Dios, a partir del Evangelio y de sus exigencias de amor, de perdón, de justicia y de solidaridad con los pobres y marginados>>. Del mismo modo, los santuarios consagrados al Corazón de Cristo, esparcidos por el mundo, son un cautivante manantial de espiritualidad y de fervor. A todos los que de alguna manera participan de estos espacios de fe y caridad les hago llegar mi paternal bendición.

Con Él en la Cruz, vale la pena rescatar esa expresión de la experiencia espiritual desarrollada en torno al Corazón de Cristo: el deseo interior de darle un consuelo.

El Papa Pío XI intentó fundamentarlo invitándonos a reconocer que el misterio de la redención por la pasión de Cristo salta por la gracia de Dios todas las distancias del tiempo y del espacio, de modo que si él en la Cruz se entregaba también por los pecados futuros, los nuestros, de la misma manera nuestros actos ofrecidos hoy para su consuelo, traspasando los tiempos, llegaron a su Corazón herido: <<Que si a causa también de nuestros pecados futuros, pero previstos, el alma de Cristo Jesús estuvo triste hasta la muerte, sin duda algún consuelo recibiría de nuestra reparación también futura, pero prevista, cuando el ángel del cielo(Lc22,43) se le apareció para consolar su Corazón oprimido de tristeza y angustias. Así, aún podemos y debemos consolar aquel Corazón sacratísimo, incesantemente ofendido por los pecados y la ingratitud de los hombres, por este modo admirable, pero verdadero>>

LA COMPUNCIÓN

El inevitable deseo de consolar a Cristo, que parte del dolor de contemplar lo que sufrió por nosotros, se alimenta también en el reconocimiento sincero de nuestras esclavitudes, los apegos, las faltas de alegría en la fe, las búsquedas vanas, y, más allá de los pecados concretos, la no correspondencia del corazón a su amor y a su proyecto.

Es una experiencia que nos purifica, porque el amor necesita la purificación de las lágrimas que al final nos dejan más sed de Dios y menos obsesión por nosotros mismos.

Por consiguiente, ruego que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo.

Porque al mismo tiempo que el Corazón de Cristo nos lleva al Padre, nos envía a los hermanos. En los frutos de servicio, fraternidad y misión que el Corazón de Cristo produce a través de nosotros se cumple la voluntad del Padre. De este modo se cierra el círculo: <<La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante>> (Jn 15,8).

PROLONGAR SU AMOR EN LOS HERMANOS

Necesitamos volver a la Palabra de Dios para reconocer que la mejor respuesta al amor de su Corazón es el amor a los hermanos, no hay mayor gesto que podamos ofrecerle para devolver amor por amor. La Palabra de Dios lo dice con total claridad:

<<Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo>> (Mt 25,40).

<<Toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo>> (Ga 5,14).

<< Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte>> (1 Jn 3,14 ).

<<¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? >> (Jn 4,20).

La invitación de san Pablo era más precisamente: << Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús >> (Flp 2,5).

Identificándose con los más pequeños de la sociedad (cf. Mt 25,31-46), <<Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de “indignas”. Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia “figura” humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los neonatos abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales, personas con enfermedades incurables o graves malformaciones y aquellos que viven en la calle>>.

Aun desde el punto de vista de la herida de su Corazón, la mirada dirigida al Señor, que <<tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades>> (Mt 8,17), nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás, nos hace fuertes para participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor. Si contemplamos la entrega de Cristo por todos, se nos vuelve inevitable preguntarnos por qué no somos capaces de dar la vida por los demás: <<En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos >> (1Jn 3,16).

En el seno de la Iglesia, la mediación de María, intercesora y madre, solo se entiende <<como una participación de esta única fuente que es la mediación de Cristo mismo>>.

La devoción al corazón de María no pretende debilitar la única adoración debida al Corazón de Cristo, sino estimularla: <<La misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder>>.

Gracias al inmenso manantial que mana del costado abierto de Cristo, la Iglesia, María y todos los creyentes, de diferentes maneras, se convierten en canales de agua viva. Así Cristo mismo despliega su gloria en nuestra pequeñez.

Fraternidad y mística

San Bernardo, al mismo tiempo que invitaba a la unión con el Corazón de Cristo, aprovechaba la riqueza de esta devoción para proponer un cambio de vida fundado en el amor. Sea el Señor Jesús para tu afecto un objeto de dulzura, a fin de destruir la dulzura criminal de los placeres de la vida carnal: una dulzura supere a la otra, como un clavo expulsa a otro clavo.

San Francisco de Sales se dejaba iluminar especialmente por el pedido de Jesús: <<Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón>> (Mt 11,29)

LA REPARACIÓN: UNA PROLONGACIÓN PARA EL CORAZÓN DE CRISTO

Nuestra cooperación puede permitir que el poder y el amor de Dios se difundan en nuestras vidas y en el mundo, y el rechazo o la indiferencia pueden impedirlo.

Aunque no sea posible hablar de un nuevo sufrimiento del Cristo glorioso, <<el misterio pascual de Cristo (….) y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente>>. De ese modo, podemos decir que él mismo ha aceptado limitar la gloria expansiva de su resurrección, contener la difusión de su inmenso y ardiente amor para dejar lugar a nuestra libre cooperación con su Corazón. Esto es tan real que nuestro rechazo lo detiene en ese impulso donativo, así como nuestra confianza y la ofrenda de nosotros mismos abre un espacio, ofrece un canal libre de obstáculos al derramamiento de su amor.

ENAMORAR AL MUNDO

La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integridad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ¿Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor? ¿Acaso podrá agradar al corazón que tanto amó que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales?

San Juan Pablo II, además de hablar de la dimensión social de la devoción al Corazón de Cristo, se refirió a <<la reparación, que es cooperación apostólica a la salvación del mundo>>.

Lo enseñaba muy bien san Vicente de Paúl cuando invitaba a sus discípulos a pedir al Señor <<ese corazón, ese corazón que nos hace ir a cualquier parte, ese corazón del Hijo de Dios, el corazón de nuestro Señor, que nos dispone a ir como él iría(…) y nos envía a nosotros como a ellos(los apóstoles), para llevar a todas parte su fuego>>.

San Pablo VI, dirigiéndose a las congregaciones que propagaban la devoción al Sagrado Corazón, recordaba que << el ardor pastoral y misionero se inflama principalmente en los sacerdotes y en los fieles, para trabajar por la gloria divina, cuando mirando el ejemplo de aquella inmensa caridad que nos mostró Cristo, consagran todo su esfuerzo a comunicar a todos los inagotables tesoros de Cristo>>.

Cristo te pide que, sin descuidar la prudencia y el respeto, no tengas vergüenza de reconocer tu amistad con él. Te pide que te atrevas a contar a los otros que te hace bien haberlo encontrado: <<Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo>> (Mt 10,32).

En comunión de servicio

Es un amor que se vuelve servicio comunitario. No me canso de recordar que Jesús lo dijo con gran claridad: <<Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo>> (Mt25,40). Él te propone que lo encuentres también allí, en cada hermano y en cada hermana, especialmente en los más pobres, despreciados y abandonados de la sociedad. ¡Qué hermoso encuentro!

Por lo tanto, si nos dedicamos a ayudar a alguien eso no significa que nos olvidemos de Jesús. Al contrario, lo encontramos a él de otra manera. Y cuando intentamos levantar y curar a alguien, Jesús está ahí codo a codo con nosotros. De hecho, es bueno recordar que cuando envió a sus discípulos a la misión <<el Señor los asistía>> (Mc 16,20).

Él te envía a derramar el bien y te impulsa por dentro. Para eso te llama con una vocación: harás el bien como médico, como madre, como docente, como sacerdote. Donde sea podrás sentir que él te llama y te envía a vivir esa misión en la tierra. Él mismo nos dice: <<Yo los envío >> (Lc10,3). Entonces mejor déjate enviar, déjate conducir por él adonde él quiera. No olvides que él va contigo. No es que te lanza al abismo y te deja abandonado a tus propias fuerzas. Él te impulsa y va contigo. Él lo prometió y lo cumple: <<Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo>> (Mt 28,20).

De alguna manera tienes que ser misionero, como lo fueron los apóstoles de Jesús y los primeros discípulos, que salieron a anunciar el amor de Dios, salieron a contar que Cristo está vivo y que vale la pena conocerlo. Santa Teresa del Niño Jesús lo vivía como parte inseparable de su ofrenda al Amor misericordioso: <<Quería dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de almas>>. Esa también es tu misión.

No importa si puedes ver algún resultado, eso déjaselo al Señor que trabaja en lo secreto de los corazones, pero no dejes de vivir la alegría de intentar comunicar el amor de Cristo a los demás.

CONCLUSIÓN

Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales “ Laudato si “ y “ Fratelli tutti “ no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común.

Hoy todo se compra y se paga y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas. El amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente.

La Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades. De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva.

Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial.

Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 24 de octubre del año 2024, décimo segundo de mi Pontificado.

Franciscus.

Colaboración de Juan García de Paredes.