Es Navidad cuando descubrimos que todo en la vida es gracia, don gratuito del
amor del Padre que nos ama hasta el extremo de enviarnos a su propio Hijo,
tomando nuestra propia naturaleza, para salvarnos, para unirnos a él. Dios se encarna
en la naturaleza humana, para que los humanos podamos acceder a la naturaleza
divina. Como dice san Maximiliano el Confesor “Dios hecho materia, para que la
materia sea divinizada”.
Es Navidad cuando
renunciamos a nuestros individualismos y egoísmos, a nuestras comodidades y
caprichos; cuando tomamos conciencia de la pobreza y soledad en la que viven
muchos de nuestros hermanos en humanidad; cuando acariciamos a los niños
abandonados sin hogar y maltratados, dejados a su suerte; cuando sabemos acompañar
y escuchar a las personas mayores que no cuentan para nadie. Tener un pequeño
gesto que humaniza, como es una mirada que reconforta, una palabra que alienta,
una mano tendida que ayuda a recobrarla dignidad del ser humano, hijo de Dios,
creado a su imagen y semejanza, salvado por Jesús encarnado, es el reflejo de
la Navidad, del amor del Emmanuel.
Es Navidad cuando no
entro en el mercado del consumismo frenético y soy responsable de mis compras,
de lo que consumo pensando en los demás, sobre todo en los más necesitados,
cuando pienso en la casa común, nuestra madre Tierra cuidándola y protegiéndola
de todo cuanto puede dañarla y destruirla.
Es Navidad cuando nos
asombramos al descubrir dónde Dios está presente, dónde se encarna, y en qué
pesebre nace, sufre, vive y muere marginado. Es Navidad cuando, ante estas
situaciones de miseria, que nos toca vivir diariamente, no nos quedamos con los
brazos cruzados; sino que obramos desde el amor, la comprensión y generosidad.
La Navidad nos lleva a la acción activa y creativa en favor de los más
necesitados y marginados de la sociedad, a ser solidarios.
Es Navidad cuando vivimos en comunión los unos con los otros, cuando superamos las diferencias de raza, lengua, religiones y opciones políticas, y somos acogedores a la diversidad. Cuando el respeto, la tolerancia y la comprensión mutua la vivimos como una ley natural que nos une a todos los seres humanos por encima de cualquier diferencia. Porque la Ley propia del género humano es la LEY de amar y ser amado. ¿No es esta la verdadera Navidad? “Dios es AMOR”, y porque es amor se ha encarnado, para enseñarnos a amarnos los unos a los otros como él mismo nos ama. La Navidad es la construcción de la fraternidad universal, teniendo como guía al Emmanuel, al Dios-con-nosotros, principio y modelo de Fraternidad universal.
Es Navidad cuando
recordamos, con amor y gratitud, a las “estrellas” que nos han guiado en el
camino de nuestra vida para llegar a donde hoy nos encontramos, y ser lo que
,realmente, somos. Especialmente tenemos presentes a nuestros padres y
familiares, educadores, amigos/as que nos han acompañado a lo largo de nuestro
camino y de nuestra historia, ayudándonos acrecer en la fe y en sabiduría.
Ellos y ellas están presentes, celebrando con nosotros la Navidad. Tanto los
que nos preceden en el Reino como los que están lejos y los que están cerca,
todos formamos ese coro de ángeles que celebran y cantan: “Gloria a Dios en las
alturas y paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,14).
Es Navidad cuando no
nos dejamos llevar por la desesperanza ni el desánimo ambiental; sabiendo
descubrir y “crear” nuevas estrellas, que iluminen nuestro camino,
impulsándonos a vivir con ilusión, con alegría y esperanza renovada en medio de
los problemas sociales y económicos que nos tocan vivir.
Es Navidad cuando en
medio de las dificultades de la convivencia sabemos poner un poco de humor que
ayuden a superar los conflictos, cuando ponemos un poco de bálsamo para
suavizar y curar las heridas. Es Navidad cuando no nos dejamos llevar del
pesimismo y nos abrimos a la esperanza, confiados en los planes de Dios, porque
es él quien conduce la historia personal y congregacional.
Es Navidad cuando nos
dejamos conducir por la estrella de lo alto y por la estrella de tantos hombres
y mujeres que luchan sin desmayo en favor de los demás para crear una sociedad
donde reine la justicia, la fraternidad y la paz.
Es Navidad cuando optamos y luchamos por el cese de fabricación de armas, y somos creadores de paz y de concordia entre los pueblos y las naciones, erradicando toda clase de violencia, injusticia y conflicto armado.
Es Navidad cuando cuidamos a los enfermos, acariciamos y consolamos a los niños; cuando escuchamos a las personas mayores prestándoles toda la atención y respeto que se merecen. Cuando cuidamos de la familia y de los amigos.
Es Navidad cuando
vivimos despiertos y conscientes de “a mí me lo hicisteis”, (Lc 25,40) que
prolonga el Misterio de la Encarnación en cada persona con la que nos
encontramos; más allá de los días de Navidad.
Navidad exige ponerse
en camino hacia Belén, hacia el misterio de Amor, de Belleza y de Bondad que
anida en lo más profundo del corazón del ser humano. Este es el camino real que
la Navidad nos invita a recorrer. No vayas lejos de ti para encontrar a Jesús
en un pesebre. Entra dentro de ti y lo hallarás. “Alma, buscarte has en Mí, y a
Mí buscarme has en ti” (Santa Teresa de Jesús, poesía 8. Obras Completas,
Editorial Espiritualidad, 1963. Madrid). Y san Agustín:“¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo
fuera, y por fuera te buscaba”. Tú mismo eres ese establo, ese pesebre en el
que, realmente a Jesús le gusta nacer y entablar una relación de amistad
contigo. ¿Estás dispuesto a acogerle? Sinceramente, ¿crees que le importas a
Jesús y que él quiere ser tu amigo, tu Salvador? Si realmente crees estas
verdades de nuestra fe y las vives, ¡es Navidad para ti! Y tú podrás ser
Navidad para el mundo.
La Navidad no es, únicamente, unos días que el calendario litúrgico y civil nos proponen; no, la Navidad se prolonga a lo largo y ancho de todos los días del año, de toda la vida. Estamos llamados a descubrir la espiritualidad de la Navidad, el verdadero sentido teológico de la encarnación del Hijo de Dios. Dios se encarna para salvar al género humano en su integridad. Y, a la vez, desea que cada uno nosotros nos impliquemos en esta maravillosa aventura que es la Navidad: regalo, entrega incondicional para los otros al estilo del Emmanuel.
“Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es su nombre: Admirable, Dios, Príncipe de la Paz” (Lc. 1,13).