FRUTOS SANOS
En aquel tiempo ponía
Jesús a sus discípulos esta comparación: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro
ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro; si
bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la
mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el
tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: <<Hermano, déjame que te saque
la mota del ojo>>, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?
¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar
la mota del ojo de tu hermano.
No hay árbol sano que dé
fruto dañado ni árbol dañado de dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su
fruto: porque no se cosechan higos de las zarzas ni se vendimian racimos de los
espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien,
y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa en el corazón
lo habla la boca (Lucas 6,39-45).
ÁRBOLES SANOS
La advertencia de Jesús
es fácil de entender. <<No hay árbol sano que dé fruto dañado ni árbol
dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan
higos en las zarzas ni se vendimian racimos en los espinos>>.
En una sociedad dañada
por tantas injusticias y abusos, donde crecen las <<zarzas>> de los
intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos <<espinos>>
de odios, discordias y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra
clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia
social tan dañada entre nosotros?
Tal vez hemos de empezar
por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. No envenenar el ambiente
con nuestra amargura. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes
hechas de confianza, bondad y cordialidad.
Necesitamos entre nosotros
personas que sepan acoger. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha
a tantas personas maltratadas por la vida.
Hemos de desarrollar
también mucho más la comprensión. Hemos de empezar por no despreciar a nadie.
También es importante
contagiar aliento al quien sufre. No necesitan recetas para resolver su crisis.
Necesitan a alguien que comparta su sufrimiento.
El perdón puede ser
otra fuente de esperanza en nuestra sociedad.
La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada como la nuestra es hacer el bien <<sin devolver a nadie mal por mal….; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres>> (Romanos 12, 17-18).
LA BONDAD DEL CORAZÓN
El pensamiento de Jesús
es claro: el hombre auténtico se construye desde dentro. Es la conciencia la
que ha de orientar y dirigir la vida de la persona. Lo decisivo es el
<<corazón>>.
Jesús no viene a abolir
la ley, pero sí a superarla desde el <<corazón>>. No se trata de
vivir cínicamente al margen de la ley, pero sí de humanizar las leyes viviendo
del espíritu hacia el que apuntan cuando son rectas.
Lo mismo sucede con los
ritos. Jesús siente un santo horror hacia lo que es falso, vacío o postizo. Una
de las frases bíblicas más citadas por él es esta del profeta Isaías: <<Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que
me dan está vacío>>.
Lo importante, según
Jesús, es la limpieza del corazón. <<El que es bueno, de la bondad que
atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el
mal>>. Así decía Jesús.
La sociedad ofrece hoy
un clima poco propicio a quien quiera buscar silencio y paz para encontrarse
consigo mismo y con Dios.
Ni siquiera en el propio
hogar, escenario de múltiples tensiones e invadido por la televisión, es fácil
encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para descansar gozosamente
ante Dios.
Pues bien,
paradójicamente, en estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de
silencio, recogimiento y oración, los creyentes hemos abandonado nuestras
iglesias y templos, y solo acudimos a ellos para las eucaristías del domingo.
Cuánto necesitamos los
hombres y mujeres de hoy ese silencio que no ayude a entrar en contacto con
nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo nuestra
energía interior.
Sin ese silencio interior
no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer
desde dentro como creyentes.
Según Jesús, la persona
<<saca el bien de la bondad que atesora en su corazón>>. El bien no
brota de nosotros espontáneamente. Lo hemos de cultivar y hacer crecer en el
fondo del corazón.
Muchas personas
comenzarían a transformar su vida si acertaran a detenerse para escuchar todo
lo bueno que Dios suscita en el silencio de su alma.
LA FALTA DE VERDAD
La verdad es uno de los pilares sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia. Sin verdad no es posible vivir con dignidad.
Sucede muchas veces.
Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la
opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con
frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos, de manera que
las gentes llegan a vivir con una visión falseada de la realidad.
Las consecuencias son
graves. La mentira no deja ver los abusos. Somos como <<ciegos>>
que tratan de guiar a otros <<ciegos>>.
Frente a tantos falseamientos
interesados siempre hay personas que tienen la mirada limpia y ven la realidad
tal como es. Son los que están atentos al sufrimiento de los inocentes. Ellos
ponen verdad en medio de tanta mentira. Ponen luz en medio de tanta oscuridad.
LA CEGUERA DE LA
CIENCIA
La ciencia sería la
gran esperanza para el hombre. La religión, por el contrario, no es sino un
estorbo para el progreso humano, un obstáculo para el desarrollo de la
humanidad.
Pero, a medida que la
ciencia nos va liberando de la ignorancia y de la miseria, la religión irá desapareciendo
al quedar privada de verdadera utilidad. Así lo sienten bastantes personas.
La ciencia puede
ofrecernos soluciones técnicas para los diversos problemas, pero no podemos esperar
de ella la solución del ser humano como problema.
La ciencia es ciega.
Carece de dirección. No tiene conciencia. De hecho, el progreso ha desarrollado
el produccionismo, el consumismo artificial, la desigualdad cada vez mayor
entre los privilegiados y los marginados.
Según el ejemplo gráfico
de Jesús, cuando un ciego guía a otro ciego, corren el riesgo de caer los dos
en el hoyo. Nosotros hemos caído ya en la espiral del crecimiento por el crecimiento,
el desarrollo por el desarrollo, sin saber exactamente hacia dónde vamos. Quizá
la fe, lejos de desaparecer, se haga más necesaria que nunca para guiar a una humanidad
necesitada de luz y sentido.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.