“La revolución de los
ricos contra los pobres” ha concluido. Y nos encontramos en una situación
semejante a la de la Alemania nazi de 1933. Hemos asistido de brazos cruzados a
un genocidio en Gaza y, ahora, con la victoria de Trump se nos habla de construir
ahí, sobre 50.000 cadáveres, un paraíso turístico para Israel. Mientras tanto
se habla sin disimulo de limpieza étnica, se habla de enviar a 30.000 migrantes
al campo de concentración de Guantánamo, se habla de “sacar la basura” de EEUU.
De nuevo, tenemos ante nosotros una población sumida en lo que Hannah Arendt
llamó un “colapso moral” generalizado. El mundo de los negocios se ha impuesto
sobre el mundo antropológico que intenta expresarse a través de la democracia.
El secretario de la ONU, ha sido declarado persona non grata por Israel, el
derecho internacional ha sido pisoteado y anulado, los derechos humanos ya no
son ninguna referencia. Trump razona como un hombre de negocios, como un
empresario que ve ventanas de oportunidad económica. Es el nuevo orden que se
ha consolidado y respecto al cual, al ser humano no se le pide más flexibilidad
y capacidad de adaptación. Una nuevo élite instaura un imperialismo digital que
dirigirá una turboeconomía vertiginosa, mientras que al ser humano, en cambio,
se le propone un tradicionalismo reaccionario, propio de las sectas
evangelistas, un discurso contra la ideología de género, el feminismo, el
ecologismo, el aborto, la homosexualidad, todo aquello que suelen llamar, en
resumen, “ideología woke”. Hemos ingresado en una Nueva Edad Media de
costumbres hipereaccionarias, pero gobernada por inmensos poderes privados, por
unos nuevos señores feudales que se autodenominan “los mercados”, que
controlarán el mundo mediante los algoritmos diseñados por una dictadura digital.
TRUMP: LA REVOLUCIÓN DE
LOS RICOS CONTRA LOS POBRES