Lo que Donald Trump está haciendo con la comunidad inmigrante en Estados Unidos es una manifestación del mal en su expresión más tangible. Su política de criminalización de comunidades enteras por las acciones de unos pocos es una injusticia deliberada, impulsada por el oportunismo político y la falta de ética y reflexión. Las políticas de separación familiar, las deportaciones, la detención prolongada de inmigrantes y la retórica de odio han generado en Estados Unidos un clima oscuro de persecución y miedo.
Jean-Paul Sartre y Hannah Arendt, desde perspectivas distintas, analizan cómo la evasión de la responsabilidad y la falta de cuestionamiento contribuyen a la perpetuación del mal. Para Sartre, la "mala fe" es un estado en el que el individuo evade su responsabilidad, justificando sus acciones mediante excusas o roles impuestos. Arendt introduce el concepto de la "banalidad del mal" para explicar cómo el mal puede proliferar cuando los individuos obedecen sin reflexionar. Ambos coinciden en la necesidad de una libertad comprometida con la justicia y la verdad.
Sartre enfatiza que la libertad implica asumir plenamente las consecuencias de nuestras elecciones. La "mala fe" ocurre cuando el individuo se esconde detrás de normas sociales, evitando confrontar su capacidad de decidir. Esta perspectiva nos invita a cuestionar cómo muchas veces nos acomodamos a estructuras que perpetúan injusticias sin analizarlas críticamente.
Arendt, a través del juicio de Adolf Eichmann, advierte sobre el peligro de la obediencia ciega. Eichmann no era un monstruo, sino un burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. La "banalidad del mal" muestra que el mal no siempre proviene de intenciones perversas, sino de la indiferencia ante la responsabilidad moral. En la actualidad, esto se refleja en la aceptación pasiva de políticas inhumanas y en la falta de resistencia a discursos de odio que normalizan la discriminación.
La libertad auténtica no es solo un derecho, sino una responsabilidad que debe ejercerse con integridad. Mientras Sartre nos alerta sobre el autoengaño para eludir la responsabilidad, Arendt advierte contra la obediencia sin reflexión. En ambos casos, el mal se perpetúa cuando los individuos renuncian a su capacidad de actuar con conciencia y valentía.
Esto es evidente en el contexto político actual, donde la hipocresía e inmoralidad se reflejan en gobiernos que criminalizan comunidades enteras. La actual presidencia, al deshumanizar y estigmatizar a la comunidad inmigrante, perpetúa una injusticia basada en la falta de reflexión ciudadana y el oportunismo político. Es imperativo reconocer que el daño que estas políticas generan serán heridas que seguirán sangrando en el futuro. Todo ser humano sobre el planeta tiene la responsabilidad de exigir que se le devuelva la dignidad y los derechos a quienes han sido y siguen siendo injustamente perseguidos.
Sartre y Arendt invitan a asumir nuestra libertad con compromiso y responsabilidad, recordándonos que el mal se manifiesta tanto en acciones concretas como en la omisión de aquellas que podrían marcar la diferencia. No basta con observar y escandalizarnos, es momento de actuar, de cuestionar y de rechazar las narrativas que buscan dividirnos. Dice el libro del Eclesiástico (Sirácides) 1:10: "Dios distribuye su sabiduría con generosidad a todos los que le aman"
YOLANDA CHÁVEZ