Llamamos Cuaresma al
período de 40 días (cuadragésima) como tiempo de preparación de la Pascua. Esto
es importante y se nos olvida: que no es solo una puerta estrecha, ni el
objetivo es la mortificación. Ocurre lo mismo cuando subimos una montaña para
disfrutar de las vistas y tonificar el cuerpo: el objetivo no es el cansancio,
el esfuerzo muscular, el frío o el calor del camino, sino las vistas
maravillosas, el reponer fuerzas en la cima compartiendo un buen refrigerio, el
haberlo conseguido y el placer de la experiencia vivida.
Naturalmente que para
ello hay que esforzarse en el tiempo cuaresmal de cara al compromiso
evangelizador a base de ejemplo. Es un mandato principal que los medios para
lograrlo no deben despistarnos, y mucho menos convertirlos en fines. La
Cuaresma en el siglo XXI no ha cambiado en su fundamento, pero, como decía Juan
XXIII, hay que estar con “los signos de los tiempos” a la hora de su aplicación
por cada creyente.
Cuaresma significa cambio a mejor. Es un tiempo fuerte para vivir con una doble mirada, primero interior, y desde ahí a nuestro alrededor con los ojos de Dios. Lo cierto es que la palabra “conversión” está devaluada, ahora se percibe como un retroceso al pasado, algo obsoleto y anacrónico… ¿Qué significa “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15)? En positivo es una mejora en nuestras actitudes personales para que generen amor en sus diferentes formas (compasión, ayuda, aceptación, comprensión, escucha…). En negativo es el esfuerzo por domeñar aquellas actitudes no son acordes con la Buena Noticia que Jesús vivió y predicó.
Conversión para ser la
mejor posibilidad de cada uno, sin quedarnos en una Cuaresma de solo
privaciones y normas… Es algo más exigente que el cumplimiento del “cumplo y
miento”. Es corregir las desviaciones del corazón y orientarlo de nuevo hacia
Dios. La conversión interior, la que cuesta mucho más que los sacrificios
tradicionales.
¿Qué nos dice el Papa
del tiempo de Cuaresma? El camino de conversión cuaresmal se manifiesta en
hechos concretos, de hacer o de no hacer. Para esta Cuaresma 2024, Francisco
nos propone reflexionar sobre la esclavitud (consumismo y otras adicciones) y
la libertad (para convertirla en amor). “No se trata solamente de tomar
distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es
convertirse”. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir,
“cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino de toda la vida.
CONVERSIÓN Y
SINODALIDAD
Palabras del Papa: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”. La reforma de estructuras que exige la conversión de nuestras actitudes sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” al mundo (EG 27).
De este modo, la
conversión personal y pastoral es presentada como la condición sin la cual no
habrá una verdadera reforma eclesial. Más importante es cambiar las actitudes
que las estructuras, que también, porque lo importante es vivir el Mensaje como
Pueblo de Dios, y no la institución eclesial, que es un medio operativo para el
fin. De hecho, la conversión pastoral está ahora relacionada con las “reformas
espirituales, pastorales e institucionales” (Aparecida 367).
Se ha recalcado mucho
la importancia de la formación permanente. Pero Francisco afirma: no es
suficiente, porque se necesita también y, sobre todo, “una conversión y una
purificación permanente”. Sin ella, “el esfuerzo funcional sería inútil”.
El Papa propone “dos
caminos” que nos desafía a que continuamos el viaje sinodal eclesial. El primer
camino es la oración: Tenemos que escuchar a Jesús para llevar a cabo la
misión. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a
Jesús en la Palabra, pero también en los acontecimientos de la vida. Y lo
segundo escucha también a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia. Esto es
difícil, ¡pero es una estupenda penitencia!
Mientras continuamos
nuestro camino hacia la alegría pascual, meta de la Cuaresma, nos esforzamos en
la conversión -mediante el ayuno, la limosna y oración cuaresmales-, entendida
de manera amplia. Va mucho más de lo litúrgico y doctrinal. Va de llevar la
cruz de cada día a la manera en que la vivió Jesús, transformándola en amor.
Gabriel Mª Otalora