Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

5 de marzo de 2025

MÁS SILENCIO, MENOS MOTOSIERRA

   Prefiere, sin lugar a dudas, permanecer discreta, reservada, callada. Creo que en el fondo se teme a sí misma y al estrago que pueda causar. A la "Shell" que hemos comprado le cuesta rugir, como si recelara exhibir todo su desmesurado potencial. A veces hemos de esperar a que venga el vecino a arrancarla, a veces hemos de resignarnos y retornar a la hacha silenciosa, tenaz, infalible, por ende paciente.

   Una vez en marcha el molesto ruido no ahuyente las preguntas imprescindibles. Cuando la motosierra empieza a rugir en medio de la sagrada paz del bosque deberemos tornar humildes, pedir permiso si queremos ver por los suelos los enhiestos hermanos. Acabar con cualquier orden de vida emplace nuestra conciencia. El depósito de la máquina necesita su precisa mezcla de aceite y gasolina, también nuestros adentros acertada combinación de respeto y veneración por cuanto nos rodea.

   En el pasado, cuanto menos, mediaba el sudor y el esfuerzo de la sierra de mano. La tala era más meditada y selectiva. Ahora el esfuerzo es mínimo y el acelerador y su rugido desatan un poder desmesurado. Los humanos constituimos un peligro con esas poderosas máquinas en nuestras manos. En la mente de quien las maneje siempre la divisa de un bien mayor. El mandatario también está llamado a darle al “start” con cuidado, a bañarse de humildad, a evitar estridencias, a intentar no rugir en exceso y acabar de repente con cuanto le precedió. Si la desolación física es grande, la desolación de la motosierra exhibida ante la multitud es mayor.

  Ese ruido infernal nos enseñorea. Producen gran estruendo y nuestro mundo ya se saturó de ruido. El operar de esas poderosas máquinas a menudo va acompañado de desolación y destrucción. Nuestros bosques no deben de ser destruidos, los pilares de nuestros estados de derecho tampoco deberían ser cercenados. La motosierra no es por lo tanto el regalo más adecuado. No se debiera obsequiar con facilidad, menos aún a políticos de accionar fácil e irresponsable. La Vida pone en nuestras manos unas sierras demasiado poderosas para nuestro relativo nivel de conciencia. No es fácil hacer un uso justo, adecuado, contenido de ellas. Es preciso saber cuándo, dónde y por qué activarlas.

  Rugimos cuando albergamos pobres silencios, tristes palabras, huecas soflamas. “El siglo XXI será espiritual o no será” pronosticó André Malraux. La disyuntiva se manifiesta cada vez más nítida e incuestionable: futuro de ruido, confusión, estruendo y motosierra o futuro como el que apuntaba el profético filósofo francés de recogimiento y despertar a nuestra dimensión más interna.  El silencio es el espacio imprescindible de maduración personal y colectiva. El silencio se ha convertido en uno de nuestros bienes colectivos más preciados; silencio interno y externo, silencio de la mente infatigable, de "la loca de la casa" que diría HP Blavatsky y silencio exterior en medio de un ruido y una desinformación crecientes.

  Reconozco haber sentido cierto pudor, sino vergüenza, al entrar con la motosierra rugiente en el bosque indefenso, solitario. Ojalá algo de ello sintieran los políticos populistas al hacer rugir la motosierra en sus actos multitudinarios. Nos inquietan esas motosierras elevadas a los escenarios, a los altares políticos, al protagonismo de la “cosa pública”; nos preocupa ese trapicheo de motosierras entre los poderosos del mundo. Dicen que quieren acabar con la burocracia, pero, una vez puesto en marcha, su filo torna ciego y acaba cortando de cuajo derechos, cercenando incluso libertades.

   Los que honran todo reino de vida, los que defienden el silencio y los bosques pierden escaños. En Alemania runrunea también ahora con más fuerza la motosierra. Los que piensan y proyectan en exclusiva primera persona, los que no dan crédito a que los hielos se deshielan y la atmósfera se calienta; los que no aprecian el silencio, ni desean apagar nunca los motores, ni detener las chimeneas, los que no sienten que todos los pueblos son igual de grandes y que constituimos familia planetaria…, gobiernan en cada vez más países. Mientras, debido al cambio climático, los fenómenos atmosféricos extremos se multiplican acarreando las brutales consecuencias que ya conocemos. El caos, la destrucción y el dolor no deban aumentar para ralentizar las motosierras y su desarrollismo desbocado.

  Avanza la ola del atronador nacional-populismo. Escala cada vez más poderes. El estruendo de la motosierra se extiende por doquier, amenaza nuestra necesidad de sosiego, nuestro anhelo de paz, de construir un mundo solidario, fraterno en el que por fin haya un lugar para todos. Nuestra humanidad necesita más silencios para volver a acogerse, encontrarse y valorarse a sí misma. Nadie más grande que el otro. Ya no la fuerza del que tiene más máquina, más motor y decibelios, sino la fuerza de la razón y la compasión aunadas que emanan de una ciudadanía madurada en espesos silencios, renacida en su dimensión más elevada.

Koldo Aldai Agirreetxe

ECLESALIA