ENSÉÑAME, SEÑOR, TUS CAMINOS
Son tantos los lugares
recorridos
y tantos los sueños
tenidos
creyendo y afirmando
que no hay más caminos
que aquellos que marca
el caminante,
que hoy mi palabra duda
y teme alzarse.
Pero desde este lugar
en que me encuentro,
a veces sin rumbo y
perdido,
a veces cansado y roto,
a veces triste y
desilusionado,
a veces como al inicio,
te susurro y suplico:
Enséñame, Señor, tus
caminos;
tus caminos verdaderos,
tus caminos desvelados
y ofrecidos,
seguros, limpios y
fraternos,
tus caminos de gracia,
brisa y vida,
tus caminos más queridos,
tus caminos de
“obligado cumplimiento”,
tus caminos a
contracorriente
de lo que la propaganda
ofrece,
que se recorren en
compañía
y nos dejan a la puerta
de tu casa solariega.
Llévame por tus
avenidas de paz y justicia,
por tus rotondas
solidarias y humanas,
por tus autopistas de
libertad y dignidad,
por tus cañadas de austeridad
y pobreza,
por tus sendas de
utopía y novedad,
y si es preciso, campo
a través siguiendo tus huellas
y por la calle real de la compasión y misericordia.
Y que al llegar a la
puerta de tu casa solariega
pueda lavarme y
descansar en el umbral,
oír tu voz que me
llama, y entrar
para comer y beber
contigo
y sentirme hijo y
hermano en el banquete
preparado por ti y tus amigos.
Palabras para el
Silencio
Colaboración de Juan García de Paredes.