MARTÍN VALMASEDA
Son
expresiones corrientes que empleamos en nuestras conversaciones: "te hemos
echado de menos en la reunión" es el lado positivo cuando estimamos a una persona; pero cuando se habla
de los demás es el signo de los que
están de sobra, de los que no hacen falta. Hay convocatorias en ambientes donde hay que hacer oposiciones
para entrar. Los que ganan la oposición (qué fea palabra, unos se oponen a otros, porque
no caben todos y los demás entonces "a la calle". Se quedan "a
verlas venir" Este es el mundo que nos ha tocado vivir.
El otro día estuve viendo (en pantalla) uno de los espacios donde parece que no existen los demás, ahí cabían todos.
Es el zócalo de México. Como dice un amigo
que me atribuye la frase; -"los
espacios son para llenarlos de vida". Y así era, la mujer
que hablaba razonando frases a la cabeza y al corazón (no
a la rabia ni al odio como Hitler y Musolini) hacía que allí no estuvieran los demás sólo se echase de menos a amigos. Como el papa
Francisco en la plaza de San Pedro. Es difícil convertir las
masas de gente en personas. Los líderes políticos fácilmente masifican o convierten a los contrincantes en "los
demás" o en los que se
aburren en los
mítines o en
los sermones.
El líder
popular Jesús de Nazaret
también hablaba al corazón
y a la cabeza pero su problema fue que su propuesta
era difícil de tragar porque pedía cargar con alguna cruz y a veces quienes lo escuchaban se convertían en los demás (dura es esta palabra
¿Quién puede aguantarla? Cuando el pan que les ofrecía les sabía amargo. Por eso al fin le pasó lo que le pasó.
Ustedes y yo, que decimos ser sus seguidores, cuidado no vayamos a
convertirnos en los demás y luego echaremos de menos no haberlo seguido
hasta el final.