Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

19 de marzo de 2025

¿SERA FELIZ?

Donald Trump es una persona muy famosa, raro es el día en que no aparece en los principales medios de comunicación, escritos y digitales, de todo el mundo. Es un hombre muy rico, y tiene a su lado  las mayores fortunas del mundo. Y muy poderoso, preside una de las naciones más poderosas, sino la más poderosa, de las grandes potencias mundiales.  Pero, a pesar de todo eso, nos podemos preguntar: ¿será feliz? Pues ser felices es la aspiración máxima de los seres  humanos.

Para cientos de millones de personas su situación es envidiable, mucho más de lo que pudieran soñar. Pero la pregunta sigue: ¿eso le hará feliz? En primer lugar la felicidad exige la ausencia del temor. ¿Estará Trump seguro de que todo le va  a salir bien? En junio cumplirá 79 años ¿no pensará nunca que el final de la vida se le va acercando peligrosamente? ¿Pensará que puede comprar vida?

También está claro que la ambición y la felicidad no se llevan bien. Una persona es feliz cuando está a  gusto con su situación, con lo que tiene, no aspira a más, no es ambiciosa. Pues  no parece ser esa la actitud de Trump. Más bien transparenta una postura soberbia, una aspiración a ser el Señor del mundo, a machacar a todo el que se le oponga.

Además hay un amplio consenso en que somos felices cuando actuamos como seres sociales, conscientes de la importancia de las relaciones humanas en nuestra vida, en nuestro bienestar. Cuando potenciamos nuestras cualidades más positivas, como el amor, la generosidad y el sentido de justicia.

Pues no se ve por ningún lado que estas cualidades adornen la personalidad de Trump. De amor y generosidad no se aprecia ni rastro en las actitudes de Trump. Tampoco el sentido de la justicia parece muy presente cuando proclama su propósito de hacer “América grande de nuevo”. Es curioso que se apropie del término América, así, en general, cuando se refiere a los Estados Unidos de América. Y a esos Estados Unidos los quiere poner por encima de todo el mundo a costa de lo que sea.

También parece haberse olvidado de que todos los actuales norteamericanos, él mismo incluido, son descendientes de emigrantes que llegaron a esas tierras no en busca de trabajo, sino arrasando con los pueblos que allí vivían desde tiempo inmemorial. Pues ahora los emigrantes son un estorbo y hay que echarlos sin contemplaciones.

Puede que, a pesar de todo esto, o precisamente por todo esto, Trump se considere un hombre feliz, pero entonces podemos estar seguros de que ha vendido su conciencia por un puñado de monedas.

Antonio Zugasti