100 CÍRCULO DE SILENCIO
09 DE ABRIL DE 2025
Comenzamos
nuestro 100 círculo de silencio haciendo un llamamiento, una vez más, y sin
cansarnos por ello, a La humanidad, a la empatía hacia el otro y por el otro, a
pararnos un momento a recapacitar sobre qué es lo que yo haría si viera que el
futuro de mis hijos está condicionado por un conflicto bélico, o que en el
campo ya no hay trabajo porque la sequía hace imposible que la tierra de
frutos, o que en el mar ya no se puede
pescar porque los caladeros están esquilmados y comprometidos a flotas extranjeras. A pensar por un memento y
visualizar que haría yo si no tuviera suficiente alimento que dar a mis hijos o
que la educación o la salud para ellos no estuviera a mi alcance, o simplemente
condicionada por ser niño o niña.
De las personas
migrantes que vemos en los medios de comunicación arribar a las costas de Canarias,
o de otros tantos que vienen a través de los aeropuertos, solo sabemos la
mitad. Podemos adivinar una parte, podemos saber que son personas que vienen a
trabajar, que vienen buscando un futuro mejor, pero no nos hacemos ni idea de lo
que puedan estar pasando en sus países de origen para que tomen una decisión
así, dejando atrás todo, incluso a sus seres queridos, a sabiendas de que no
los verán hasta pasados 3 años como mínimo en el mejor de los casos.
Se marchan con
la esperanza de “encontrar el pan de cada día en otra parte”, como decía San
Juan Bautista Scalabrini, y no se rinden, incluso cuando todo parece remar a su
contra, o incluso cuando encuentran rechazo. Es una tenacidad envidiable, que
se sostiene por el amor a las familias que dejaron atrás, a las que tienen que
mantener.
Y de esa esperanza precisamente es de la que debemos de aprender. Tener esperanza y fe en que otro mundo es posible, ellos así lo creen y nos lo contagian. Siempre aflora una sonrisa en la cara de un inmigrante cuando se sabe acogido, acompañado, promovido o integrado. Si queremos que no se pierda en ellos la fuerza y la fe, necesarias para concluir su proyecto migratorio, hace falta que nos rebajemos hasta sus heridas, y que nos ocupemos de su vulnerabilidad física, psicológica y espiritual.
Por otro lado,
tenemos que seguir desmontando bulos, seguir saliendo al frente y defender la
verdad, seguir defendiendo que la persona migrante no viene a quitarle a nadie
el trabajo, pues está demostrado que realizan trabajos ocupando los puestos que
el autóctono no ocupa. Los datos son objetivos y no politizados, en 2024, según
la Encuesta de Población Activa, de los 468.000 puestos de trabajo que se
crearon, solo 59.000 fueron ocupados por nacionales. El 88% del empleo generado
el año pasado se debió a trabajadores extranjeros o de doble nacionalidad. Y
bajo esta realidad subyace otra que explica este auge del empleo inmigrante: en
2024, con datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), se perdieron 335.000
personas de nacionalidad exclusivamente española en la franja de población
entre 25 y 54 años, supuestamente la edad óptima para la actividad laboral,
mientras que aumentaba en 258.000 la que tiene más de 55 años. ¿Como se hubiera
podido cubrir esa demanda de empleo si no fuera por las personas migrantes?
En cuanto a que
los inmigrantes son delincuentes. El magistrado Joaquín Bosch indica que el 98
% de las personas que juzga por delitos son españoles, y el otro 2 % son
extranjeros, y los motivos por lo que generalmente infringen son por motivos de
pobreza o exclusión social.
Hay que seguir
luchando contra los que lanzan mentiras sobre el asunto y van en contra de todo
lo que suponga un acercamiento o una compasión hacia las personas que llegan de
otros lugares.
En definitiva,
hay que recuperar y potenciar la humanidad y el raciocinio, esencias del ser
humano, que nos define y nos diferencia, hay estar al lado del que sufre y nos
necesita, es bueno que nos acongoje y nos active el dolor ajeno, porque solo
así podremos restablecer lazos de unión para ir construyendo un mundo más justo
y habitable.
Amigos, comienza
nuestro tiempo de Silencio.
MESA DIOCESANA DE ATENCIÓN Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS DE CÁDIZ Y CEUTA.
Colaboración de Juan García de Paredes.