¡Que maravillosa sintonía tiene el papa Francisco con Jesús de Nazaret!
Y Francisco ha entrado
en la gran basílica papal sin los signos ostentosos que se le han ido pegando a
la Iglesia a lo largo de los siglos...
Todo el mundo ha podido
ver al papa en la gran basílica sin signos "sagrados", sin alba
bordada de lino, sin estola ni capa pluvial, sin palio de armiño y sin casullas
resplandecientes ni nubes de incienso.
Sin sotana, sin cruz
pectoral, sin solideo... con pantalones oscuros y camiseta blanca y una pequeña
manta de abrigo sobre sus pies cansados...
Ha entrado, sin avisar
porque quería rezar como cualquiera, caminar como cualquiera y vivir en
libertad, como cualquiera, sin permanecer sujeto a los sutiles protocolos y
diplomacias del poder eclesiástico.
Y ha entrado en silla
de ruedas y con mascarilla de oxígeno para poder respirar un poco de aire
limpio y saludable como cualquier hombre frágil, sencillo y además, enfermo.
Ante este gesto de
Francisco me pregunto qué pensarán los clérigos de la elegancia tridentina
convencidos de que su ministerio tiene
algo que ver con el bordado de la estola o la pulcritud del alzacuello.
¿Alguien me puede decir
qué vestiduras utilizó Jesús para distinguirse del resto de la gente?
¿Alguien me puede decir
qué mitra utilizaba él para enseñar o de qué ornamentos se revestía para sanar?
Que yo sepa, el único
ornamento litúrgico que tiene su origen en el evangelio es el delantal que
Jesús se ajustó a la cintura para
lavarnos los pies.
Por eso digo, que este
gesto ha sido la mejor homilía que ha podido pronunciar el Papa Francisco este
Domingo de Ramos.
Gracias Francisco, por hablar tan claro, sin decir palabra.