Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

16 de abril de 2025

YO ME PARTO Y ME REPARTO, MI VIDA SE DERRAMA POR TODOS

JUEVES SANTO (C)

Jn 13,1-15

Repartir el pan y la copa de vino se hacía en todas las comidas importantes. Sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Me mosquea que la Didaje, un escrito de finales del s. I no diga nada de la consagración. Dice: “después, los que entre nosotros se llaman diáconos reparten entres los asistentes el pan y el vino eucaristizados”. Y me mosquea aún más que Juan en el relato no diga nada de la institución de la eucaristía.

Creo firmemente que en la aparición de la eucaristía en la primera comunidad ha tenido mucha más influencia el recuerdo de las comidas de Jesús que la última cena. La eucaristía fue, en un principio, un hacer presente a Jesús en el compartir con los demás lo que cada uno tiene y es. En aquella sociedad lo más perentorio era la comida.

El relato de Juan muestra la importancia del lavado de los pies. “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy.

En el gesto del lavatorio de los pies, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio de esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida.

Si yo os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Desde aquí debemos entender el final de relato del pan y el vino: haced esto recordándome a mí. No se refiere a partir el pan y pronunciar unas palabras mágicas sino a partirnos y repartirnos como él se partió en beneficio de todos.

Juan, el que más profundizó en la comprensión de Jesús, ni siquiera menciona la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. La verdadera grandeza está en parecerse a Dios que se da sin reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía es signo de la entrega. Si solo es signo, se queda en garabato.

El lavatorio dice lo mismo que el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto ritual de la celebración. El signifi­cado de la eucaristía lo percibiremos mejor a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer.

Lo que los evangelios nos dicen con estos gestos es que Jesús era un ser para los demás, que el objetivo de su vida era darse; que había venido para servir. Muestra de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana sólo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del viernes. 

Fray Marcos

Fe Adulta